Chile: Breve Imaginería política - 1970 - 1973
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El arte brigadista

Alejandro Mono González
Brigada Ramona Parra - BRP
 
- Cómo nació la pintura mural política en Chile
crónica y fotografías
- El mural del puente Capuchinos ha sido destruído
por Pablo Neruda
- Brigadas Ramona Parra:
arte de la ciudad
- La historia de un pueblo en los muros de Chile
conversación con
José Balmes
- El arte brigadista
(1) - (2)
Alejandro González
- Roberto Matta,
conversaciones
 
 
Afiches y murales. Gráfica política 1970 - 1973
Afiches y murales. Gráfica política 1970 - 1973


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Este nuevo muralismo emergió en la calle, en el colectivo, que se ponía al servicio de una causa con un método económico, rápido y muy masivo; levantaba la autoestima del pueblo, siendo un aporte psicológico de imagen, en donde todos éramos voluntarios con el sacrificio de la juventud.

Nacían nuevas simbologías de estos valores históricos, había identidad en sus habitantes, pasó a ser a futuro, una expresión del Arte Popular chilena y desde ahí, con esa actitud nueva, a ser patrimonio universal. Nuestras representaciones simbólicas, hace treinta años, eran: caras en movimiento donde se multiplicaba la imagen con la reiteración para dar sensación de desplazamiento y multitud, con recursos del cuadro a cuadro del cine, manos llevando banderas de colores, herramientas, estrellas que se descomponían ante los ojos de los espectadores y se convertían en aves o flores, mano-paloma-bandera, eran imágenes metafóricas que podían tener diferentes lecturas visuales con elementos compuestos para ahorrar tiempo en su confección y, hacer más eficaz su concepto y llegada. Estos elementos estaban ligados a un campo de acción con soporte nuevo pero con materiales antiguos y tenían una función comunicativa a modo de mensaje: cumplían una función social en la forma en que esta información se entregaba, era directa frente al público, era agitación en el momento de efectuarla porque producía discusión, intercambio con lo que lo rodeaba; había un nuevo criterio: Imagen-consigna diaria, que se privilegiaba con el acontecer.

Se expande en todo Chile esta nueva expresión.

Mural, camino de los Andes
Camino de Los Andes a Argentina

El efecto sicológico venía de un efecto gráfico de la imagen y sus símbolos. La motivación era lo que queríamos y la realización era lo que lográbamos. Nuestro acerbo cultural estaba desarrollándose en el espacio o soporte callejero y su percepción con un espectador que se encontraba con esta expresión en su camino. Aparecía una gráfica de colores puros, planos, con gruesos trazados de filetes negros que modulaban la luz y la sombra del volumen en una ciudad contenida al color, este concepto, en el ambiente que lo circunda interviene la arquitectura urbana con una rapidez donde hacer un mural callejero demoraba menos de horas, con una técnica y aplicación del color en forma monumental, con una actitud o gesto que cambiaba en la medida que los hechos sucedían, donde la escala de sus formatos eran el hombre, los muros eran simplemente el soporte artístico de lo contingente. Nacían aportes constituyentes de fenómenos nuevos: eran como la gigantografía de los titulares de los periódicos, eran el informativo, el orientador, el desafío de las metas y tareas del hombre nuevo que nacía. Los muros eran el comunicador social y visual con valores expresivos y, con un significado intrínseco en que la creación de la imagen estaba relacionada con la consigna: la multiplicación de las ideas que se expandían tanto en el sur como en el norte, como la alegría en formas, colores y textos; en la historia del hombre en la calle.

El arte salía de su enigma y se entablaba una conexión del artista popular con la sociedad, se ligaba el arte con la política, el arte con la vida, sus raíces, su identidad regresaba a la vista de los ciudadanos con sus influencias históricas saliendo del anonimato y de lo escondido, al sol.

Estas nuevas necesidades creadas por el espacio, exigía técnicas acordes: en un trabajo colectivo las tareas se distribuyen de acuerdo a la voluntad y capacidad: trazadores, rellenadores y fondeadores,. Son los nuevos términos técnicos de la participación individual que se desarrollaba en las brigadas. Se expandía junto a las organizaciones sociales, poblacionales, sindicales, estudiantiles; se ampliaban los contenidos y los temas, se desarrollaba una nueva tipografía de las letras, con un ojo más abierto para una lectura a distancia y que fuera característica e identificable para quién la hacía, se teorizaba sobre los desplazamientos visuales del espectador y, la importancia de su ubicación para una buena presencia, se agilizaba en la práctica, los tiempos de trabajo y de ejecución partiendo de un equilibrio de la distribución de los colores, como si fuera una balanza en que el trazador era el director de orquesta; se encontraba la mayor eficacia de los materiales y de sus efectos visuales; eran un aporte de cultura popular cuyas herramientas, métodos, técnicas, vivencias se traducían en imágenes.

En la calle se desarrolló este Arte popular de una nueva actitud creativa. Era un arte efímero de orientación comunicacional, expuesto en los espacios públicos que tenían sus desafíos a la transitoriedad, en contacto directo con el transeúnte, era una acción de arte contingente, en el quehacer se enfrentaba a la discusión política social con que lo rodeaba, por ello era didáctico. Sus participantes eran un heterogéneo grupo de brigadistas que en el desarrollo de su actividad descubrían esta expresión inconscientemente.

Muralla contra el facismo

Hemos hablado del muralismo brigadista que se inició en el Gobierno Popular, como si fuera del presente, después de 30 años. El golpe de 1973 impidió que la BRP participara en la Primera Bienal Internacional de Plástica Joven, que se efectuaba en París ese año; a la que estaban invitadas como reconocimiento internacional, y la represión de muchos de sus miembros, interrumpieron su continuidad. Muchos siguieron pintando en el exilio, en diferentes países como grupos colectivos, repitiendo las imágenes anteriores, las mismas que habían recorrido todo Chile, salieron a expandirse por el mundo, como una frase que me dijera Matta: Hay calles en toda la tierra, y que por ello, agregamos, no nos debíamos quedar en silencio. No desaparecieron, puesto que con las primeras protestas antidictadura, emergieron en las poblaciones y vuelven a salir a las calles con su poder interventor y reestructurando el espacio visual, en poblaciones como la Villa Francia, en Santiago, compitiendo con la publicidad consumidora del sistema con imágenes de los hermanos Vergara, el Che, John Lennon, Neruda y Allende o, con la Agrupación de Plásticos Jóvenes que en plena dictadura estaban en las calles , en poblaciones como La Legua o en Sindicatos como el de GoodYear en Maipú.

Hemos conversado en este recuento en presente porque la actitud del muralismo callejero quedó como patrimonio de las esperanzas permanentes, en la continuidad de los principios de la cultura de la vida del Gobierno Popular y donde, actualmente, muchos jóvenes, por sus propias iniciativas ejecutan murales sin más pretensiones que expresarse y decir lo que sienten y a lo que aspiran.

De la premura, de la lucha diaria, nació un arte rápido, directo, simple. La renuncia del artista a una realización individual de la obra no es una constante, aquí las aspiraciones son colectivas y son producto esencialmente de lo urbano, son parte del lenguaje de la ciudad. En el idioma de los muros se impone la fuerza del color y la simplicidad de la forma tal como el arte de los cristianos primitivos en las catacumbas que estaban hechos de símbolos y letras; ahora estaban hechos también por esta nueva fe. Tal como los artistas primitivos, los brigadistas no sabían que estaban gestando una nueva forma de expresión y la posibilidad de un nuevo y auténtico arte popular: los murales son anónimos lo que significaba que eran una identidad de todos; eran efímeros y pasajeros en la medida que la actitud social y política cambiaba, lo esencial en ellos es que no perduraban porque eran una pizarra del diario acontecer.

Pudahuel Muram,  Pudahuel 1972
Camino a Pudahuel, 1972  

El mensaje estaba ligado a la vida entre el viento, el sol, la lluvia y con los conflictos del hombre enfrentado a diferentes ideas y creencias: lo que hoy se pinta, cambia mañana. Porque los acontecimientos de la vida evolucionan. La técnica y el objetivo surgió del quehacer y, en la práctica se descubren las imágenes, se desarrolló en la multitud, cara a cara, y éste es su legado presente al patrimonio cultural de Chile.

Alejandro González, pintor muralista, escenógrafo.
Miembro fundador y encargado artístico de las Brigadas Ramona Parra entre 1970 - 1973
Agosto del 2000

 

 

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Una calle Salvador Allende ... en el mundo

 


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