Chile: Breve Imaginería política - 1970 - 1973

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Estadio nacional. 11 de septiembre 2007


Chile. Martes 11 de septiembre 2007. Estadio nacional, Santiago,
Estadio nacional, Santiago Chile
desaparecidos - Chile
Estadio nacional, Santiago Chile
Estadio nacional, Santiago Chile
Salvador Allende
Allende vive
Fotografías: Generación80ULS - G80
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Por el derecho a vivir en Chile


Nombre Decreto Años condena Lugar Año fin condena
Gómez Peña, Hugo 1359-93 20 años Bélgica 2013
Figueroa Gómez, Héctor 453-94 20 años Bélgica 2014
Maturana Urzúa, Héctor 453-94 20 años Bélgica 2014
Marchant Moya, Hugo 1380- 92 25 años Finlandia 2017
Araneda Miranda, Carlos 1384-92 25 años Bélgica 2017
García Herrera, Carlos 1380-92 40 años Bélgica 2032

Fuente: FASIC (Fundación de Ayuda Social de las Iglesias - Chile).
Hay otro grupo de personas que se encuentran fuera de Chile pero tiene su situación procesal pendiente por haberse fugado del penal (enero de 1990). O haber salido en forma irregular para no ser detenidos, por ejemplo: Caso atentado a Pinochet.
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( 09/2007 ) --- Hoy día cuando se han cumplido ya 17 años de "gobiernos democráticos" resulta absurdo comprobar que aún existan chilenos condenados al exilio por haber sido castigados con la pena de extrañamiento, que utilizó el primer gobierno de la Concertación para resolver el problema de los Presos Políticos, así como aquellos que el 30 de enero de 1990 optaron por conseguir su libertad fugándose desde la Cárcel Pública.

Es paradójico recordar que la Dictadura Militar puso fin a la prohibición de ingreso al país - luego de 15 años en el poder - y que la "democracia" por falta de voluntad política y decisión frente a los partidos de la oposición no desee resolver este problema que afecta a decenas de chilenos repartidos por todo el mundo. Más aún cuando el Presidente Ricardo Lagos concedió un indulto presidencial a un militar por haber participado en el asesinato del dirigente sindical de Tucapel Jiménez.

¿Será acaso que nuestros gobernantes tienen la memoria corta y quisieran repetir el ejemplo del Padre de la Patria, Bernardo O’Higgins, que murió en el exilió? ¿Será una deshonra para el país permitir el ingreso de los compatriotas que hicieron uso del legítimo derecho a la rebelión y emplearon todas las formas de lucha existentes para terminar con la Dictadura? ¿Será necesario castigar mucho más a los que ya pasaron años en prisión y sufrieron los horrores de la tortura?

En Europa cada año se conmemora el fin de la Segunda Guerra Mundial y quienes abren todos los desfiles son los combatientes de la Resistencia contra la dominación Hitleriana. A ellos se les honra y se les respeta por cada acción que emprendieron con el fin de terminar con la barbarie que fue el Nazismo y nosotros en Chile ¿qué hacemos para honrar la memoria de nuestros caídos y la de aquellos que sobrevivieron a la represión militar?

Para muchos que hoy ocupan sillones parlamentarios o cómodas butacas en los ministerios, los Presos Políticos castigados con el extrañamiento y los fugados, siguen siendo un tema olvidado o una metáfora en la reciente historia nacional.

Para otros quizás, incluso sea el gatillo necesario para terminar de una vez por todas con el problema de los Derechos Humanos y salir del enjambre judicial dictando una ley de Amnistía General para vencidos y vencedores de la guerra que iniciaron las Fuerzas Armadas con el pueblo de Chile.

Sin embargo, para miles de chilenos que dimos la cara en las barricadas, en los paros, tocando cacerolas, que dejamos nuestros mejores años detrás de las rejas dictatoriales, la única solución es que el Cuarto Gobierno de la Concertación, a la cabeza de la señora Michelle Bachelet decrete una ley que ponga fin a las penas de extrañamiento sin ninguna condicionante y otorgue la libertad incondicional para todos los Presos Políticos que hoy día permanecen fugados.

Por el derecho a vivir en Chile

más información: Solidaridad Latino

Una calle Salvador Allende

Plaza Allende, París
Plaza Salvador Allende en París, Francia.

( 06/2007 ) --- Una calle, una avenida, una plaza, un parque, un teatro, un centro cultural, una escuela, una sala de espectáculos, un recinto deportivo … que llevan el nombre de Salvador Allende, Pablo Neruda o Víctor Jara, existen en una gran cantidad de países.

En Francia por ejemplo, donde sobrepasan el centenar, en Italia, en España, en México, en Nicaragua, en Venezuela, en Brasil, en Cuba, El Salvador, Perú … En Alemania, Italia, Bélgica, Hungría, Gran Bretaña, Estados Unidos, Canadá, Holanda, Suecia, Portugal, Angola, Mozambique …

Una fotografía de la calle Salvador Allende

Envíenos una o varias fotografías de la calle S. Allende que queda cerca de su casa, en el camino a su trabajo, a su lugar de estudios. O que descubrió durante un paseo.
Agregue una descripción, los datos del lugar, la fecha ...

Una calle Salvador Allende, más información : http://www.abacq.org/calle/

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Los felicito ...

( 01/2007 ) --- Soy diseñadora que nació en dictadura y los felicito porque solo cuando se ve y se entiende el contexto, se puede entender el arte y más aún la gráfica como instrumento de comunicación y arte... Me emocionaron con la exposición

Anahí Saa, Chile.

Hola a todos

( 01/2007 ) --- Andaba buscando material de la lucha y trabajo juvenil de los años 68 al 73, para hacer una pequeña exposición/reseña en la parte de la "Memoria Amaranto", de "La fiesta de los abrazos". La "Memoria Amaranto" es un grupo de ex jotosos que buscan recuperar la historia del trabajo de los jóvenes de esa época, sobre todo de los compañeros que fueron asesinados por la dictadura y me encontré con la grata sorpresa de este Portal, que no conocía.
Fue una alegría ver el colorido de los murales y afiches que creo representaban muy bien nuestra alegría de vivir y nuestro compromiso con el gobierno del pueblo, para el pueblo del compañero Salvador Allende.
A propósito la joven que sale en el afiche de Universidad para todos es mi hermana, se llama Nieves Rojas

Cecilia Rojas, Santiago, Chile.

Refugio Nocturno

( 01/2007 ) ---

Me han contado que en Nueva York,
en la esquina de la calle veintiséis con Broadway,
en los meses de invierno, hay un hombre todas las noches
que, rogando a los transeúntes,
procura un refugio a los desamparados que allí se reúnen.

Al mundo así no se le cambia,
las relaciones entre los hombres no se hacen mejores.
No es ésta la forma de hacer más corta la era de la explotación.
Pero algunos hombres tienen cama por una noche,
durante toda una noche están resguardados del viento
y la nieve a ellos destinada cae en la calle.

No abandones el libro que te lo dice, hombre.
Algunos hombres tienen cama por una noche,
durante toda una noche están resguardados del viento
y la nieve a ellos destinada cae en la calle.

Pero al mundo así no se le cambia,
las relaciones entre los hombres no se hacen mejores.
No es ésta la forma de hacer más corta la era de la explotación.


Bertolt Brecht. 1931.

La hora del asco

( 01/2007) --- Son una vergüenza. Dan asco. No exactamente los pinochetistas, de los cuales cabe esperar homenajes y elegías, sino los otros. Da asco la columna de Pato Navia ponderando en el diario La Tercera la obra refundadora de un dictador cuyos delitos de sangre y venalidad han sido ampliamente acreditados por la justicia internacional. Pero también dan asco los panelistas de Tolerancia Cero que se muestran implacables contra la corrupción de medio pelo, pero que evidencian una tolerancia infinita para referirse a Pinochet con eufemismos y pasitos de esgrima. Dan asco los noticieros, la propaganda militar, el kitsch de la dictadura con sus viejos estandartes, recuerdos, anécdotas de cómo nos enriquecimos mientras una parte de la población permanecía en el exilio, en la cárcel, o atemorizada en sus casas. Así cualquiera cambia el país, Navia; lo cambia y se lo roba. Así cualquiera. Qué vergüenza. El especial de La Segunda a cargo de Gonzalo Vial es un asco de principio a fin. Y los foros, con esos panelistas aterrorizados de llamar dictador a un dictador, ladrón al ladrón, terrorista a un promotor del terrorismo de Estado. Con ecuánimes palomas quieren despedir al que los escupió en la cara.

¿A qué le tendrán miedo? ¿A quedarse sin pega? ¿A perder rating? Son una vergüenza. Dan asco los especiales de prensa que El Mercurio y Copesa echaron a la calle para historiar la muerte del militar más sangriento de la historia de Chile, cómplice en los crímenes de sus propios camaradas de armas y quien celebró como un ahorro fiscal el hallazgo de dos y más cadáveres en un mismo ataúd cuando se revelaron las tumbas clandestinas del régimen. ¿No se darán cuenta que al hacerlo entonan loas al sentimiento de venganza? ¿Qué están promoviendo una justificada patada en el culo cuando no un pistoletazo cada vez que vuelven a humillar a esos familiares con sus crónicas de alabanza? No, tienen que llorar para darse cuenta. Y en la Escuela Militar, ¿acaso todavía no saben leer para informarse de que el último comandante en jefe antes de Pinochet fue Carlos Prats, quien voló por los aires con un bombazo digitado desde Chile? Honores de Comandante en Jefe a un gorila golpista es cosa de asco, de vergüenza, pero así es. ¿Qué país escondido revela la muerte de Pinochet? Da pánico prestar atención a la incapacidad ya no política de los dirigentes concertacionistas, sino simplemente cívica para deslindar el bien del mal, como si no existiesen ya esas categorías: matar empata con modernizar, torturar oponentes empata con exportar manzanas, gobernar por el miedo empata con redactar una nueva Constitución.

¿De qué están hablando estos papeluchos del equilibrio? ¿Qué país es éste que da asco leer la prensa, ver la tele, escuchar la radio? ¿Por qué están todos de acuerdo en respetar la memoria penal de un tirano? Qué asco, qué complejo arrastran para dejarle a la historia, es decir a los otros, un juicio condenatorio que los tribunales escamotearon una vez más, tal cómo Carlos Cerda tuvo de el buen criterio de señalar en medio de la opereta funeraria.

Porque se trata de esto, finalmente. Augusto Pinochet falleció el 10 de diciembre en la más absoluta impunidad penal, y sólo Belisario Velasco, vaya por donde, fue capaz de orientar a la opinión pública de manera sintónica con los sentimientos de la gran mayoría, y si no, al menos con los valores que se supone sostienen a una democracia: respeto a las minorías, libertad de expresión, elección libre e informada, transparencia y probidad en el gasto público. Pinochet repitió de curso en todas estas materias de Estado, pero hete aquí que el burro es homenajeado por testarudo. Vaya democracia la que nos legó el cabrón. Un asco, una vergüenza para todos.

Contra lo que puedan pensar quienes todavía están leyendo esta columna, la muerte de Pinochet no me alivia de nada. La pérdida no de vidas, sino de nociones comunes para entenderse o disentir, es irremontable, tal como lo hemos visto en estos días. Nada nos devolverá lo extraviado bajo la bota. Recuerdo a un amigo que perdió a su padre, fusilado en Calama por la Caravana de la Muerte, y me contó su sentimiento de inutilidad cuando Pinochet quedó preso en Londres. Los oponentes festejaban la medida, intercambiaban mails, alentaban la extradición a España, pero él había quedado frío. Ni la horca que colgó a Mussolini salvaba su distancia. Esto puede ser un argumento para las columnas de Hermógenes a favor de la impunidad, pero no importa: se lo regalo como la muerte del sapo. El resarcimiento es un concepto judicial, no humano. Y el tema de Pinochet, que es el tema del odio en Chile, trata de vidas humanas.

Qué quieren: soy nacido el 57, fui educado en una democracia representativa, mi padre era comunista y me llevaba de la mano el año 63 a ver los actos de Frei Montalva para enseñarme a escuchar opiniones distintas a la suya. A los 15 años se acabó la lección. Pertenezco, según una encuesta publicada recientemente en La Tercera, a ese minoritario 20 % de la población que sabe distinguir entre un dictador y un presidente, un militar y un criminal, un hombre que ladra y otro que piensa, un lamebotas y un liberal. Somos minoría en el país, sin duda. Y a mucho orgullo. Presumo que para esa minoría no es la hora de festejar ni de llorar la muerte de Pinochet. Es la hora del asco, de la vergüenza.

Roberto Brodsky. Chile.

El canalla ha muerto

( 12/2006 ) --- Ahí está su cadáver descomponiéndose, rodeado de curas y milicos, funerales de honor, cureñas, caballos, todos pagamos con el IVA de 19% estas exequias egregias, históricas, con discursos de Hasbún y del cardenal Errázuriz, rodeado su cadáver de sus cómplices y secuaces; ante su cadáver maloliente ninguno de los del patio del Alpatacal se ha acordado de los niños quemados, véanle la cara a Carmen Gloria, vayan al hospital Fricke, recuerden el cuerpo calcinado de Rodrigo botado en los extramuros de la ciudad, Fernández Ditus impune, Fernández Larios tranquilo en su mansión en USA, nadie se ha acordado de los degollados, Manuel, Juan Manuel, Santiago, los jueces negaron esos crímenes, los jueces ordenaron interrogatorios, trámites varios, careos, nunca condenaron, nadie se acuerda de los desaparecidos, no tuvieron funeral, apenas unos rieles encontrados por un juez excepcional, nadie se acuerda del hambre, la miseria y las quiebras de 1982, la peor crisis económica en la historia de este pobre país víctima de la Escuela de Chicago, nadie se acuerda de los PEM y los POJH, andan diciendo allá en el Alpatacal que le hizo tanto bien a nuestra economía, a sus cuentas en el Riggs si, a los pobres de los cerros pobres de Valparaíso que ayer marcharon alegres siquiera por un rato no, nadie se acuerda de la operación Albania, de Orlando Letelier, Bernardo Leighton, Anita Fresno, Carlos Prats, el ultra Melnik no recuerda el informe Church, el senado yanqui contándonos que allá se tomaron las decisiones, que Nixon y Kisinger ordenaron cada paso, nadie se acuerda de los torturados, veintiocho mil en la Valech, tantos y tantos, ahí están los torturadores en la capilla ardiente, mojados con agua bendita, mientras en la Alameda el guanaco de los pacos moja y derriba a los que se atrevieron a alegrarse por un rato, allí entre responsos pidiendo que el alma negra entre a los cielos nadie se acuerda de Lonquén, de los Maureira, de los masacrados escondidos en la mina de cal, de los pacos amnistiados, los jueces por supuesto hicieron lo debido, o quizá lo indebido, la amnistía sigue viva, vigente, los asesinos de Lonquén siguen cobrando sus sueldos y recibiendo sus uniformes y zapatos y armas, con los impuestos que todos pagamos, con los que también se cancelarán cada mes los de los jueces que no se atrevieron, que negaron justicia, que no salvaron a Eugenio y a Mario, que no vieron ni averiguaron acerca del cadáver de Lumi en la embajada, que no pudieron descubrir a los asesinos de Matute, que no han dado justicia a este país.

No son versos
apenas un poco de memoria
no habrá perdón ni olvido.
Juicio a los jueces

Carlos Bau Aedo
Diciembre del 2006

El velorio de Augusto Pinochet

Se informa que Augusto Pinochet, el feroz dictador chileno, está siendo velado en la Escuela Militar de Santiago de Chile. Mi esposa, mi hijo de un año y yo estuvimos detenidos cuatro días en ese recinto desde el cual fui enviado al Campo de Concentración de Tejas Verdes, en el año 1974. La Escuela Militar se había convertido en un recinto de tortura y de muerte. Augusto Pinochet, su jefe máximo, se paseaba por los pasillos del recinto imitando a los jefes nazis que sólo treinta años antes habían asesinado a miles de comunistas, francmasones, homosexuales, y a millones de judíos. Allí también se paseaban otros generales, coroneles y capitanes que compartían los sangrientos puntos de vista de este feroz general.

En uno de los días de nuestra detención se me llevó a una pequeña oficina donde había solamente un escritorio, tres sillas, unos banderines con la bandera chilena y unos guardias que me apuntaban con sus amenazantes metralletas. Entraron dos oficiales. Me informaron que me harían preguntas y que cada vez que yo mintiera un yatagán que habían puesto bajo las uñas de mis dedos se iría levantando hasta arrancármelas una por una. Comenzaron un interrogatorio absurdo. Querían saber cuántas armas habían ingresado los rusos al país. Dónde estaba el senador Carlos Altamirano. En qué lugar se encontraba Miguel Enríquez, y si este apellido se escribía Enríquez o Henríquez. Eran dos jóvenes oficiales (en ese tiempo éramos todos muy jóvenes) que a medida que avanzaban con el interrogatorio se iban aburriendo y comenzaban a hacerse bromas entre ellos aludiendo a muchachas de sus amores y volviendo a mí con mayor torpeza y mayor brusquedad. El cuchillo me lo fueron levantando paulatinamente y cuando aparecieron las primeras gotas de sangre se detuvieron a conversar entre ellos.

En ese tiempo en la Escuela Militar había un constante ajetreo. Se escuchaban voces de mando desde todas partes pero lo que más se escuchaban eran los gritos enormes, profundos, dolorosos, de gente que estaba siendo torturada en otros rincones. El interrogatorio era interrumpido por estos llantos, por estos ruegos de que no me peguen más si yo nada sé, qué quieren que yo les diga.

Cuando mi ignorancia no me permitió decir lo que estos oficiales esperaban que yo dijese, se levantó uno de ellos y regresó a los pocos minutos. Cuchichearon por un momento y cuando el oficial se sentó, escuchamos nítidamente el llanto de un niño, llanto que se filtraba por una de las paredes colindantes a nuestra salita.

El oficial que había salido me dijo:

-¿Reconoces el llanto?

Yo había creído reconocer el llanto de mi hijo de un año que había sido sacado junto a su madre y a mí de la casa del señor Obispo de la Iglesia Luterana, don Helmuth Frenz, y trasladado, junto a nosotros, hasta la Escuela Militar. Pero pensé que me estaba imaginando una situación. Y me asusté porque muchos de mis amigos habían entrado en momentos de trastornos tristes cuando se enfrentaban a las realidades inimaginables de la prisión bajo el régimen de Pinochet. Dije que no. Que no reconocía a nadie.

-¿Qué clase de padre eres?- me dijo el otro oficial. El niño siguió llorando. Ahora tuve la certeza que era realmente mi hijo. Que lo habían llevado a la oficina próxima para presionarme el alma. Una dulce voz de madre desesperada pudo decir dos palabras que yo no pude entender. Era mi esposa. Sin duda que era ella. Los militares, los valientes soldados de la patria, los aguerridos uniformados de la Escuela Militar de Santiago de Chile, utilizaban a una mujer y a un niño para que el padre-esposo, si no sabía, si se hacía el tonto, si pretendía ser más avispado que ellos, al menos inventara una historia para que no quedaran ante sus jefes como unos perfectos idiotas.

-Tienes que decirnos algo- dijo el más joven.

Entonces yo les conté que nos vinimos del sur porque nos habían echado de nuestros trabajos y que la Embajada del Canadá tenía toda nuestra documentación pues viajaríamos muy pronto a aquel país. Se movieron de sus asientos. Se miraron fijos. Incrédulos, me exigieron que les entregara mayores antecedentes y noté que se preocuparon que hubiese extranjeros involucrados en nuestras vidas.

Dos días más tarde mi esposa y mi hijo fueron dejados en libertad y a mí se me envió al Campo de Concentración de Tejas Verdes. Pero durante todas las otras horas que estuvimos en ese lugar fuimos testigos de las torturas de cientos de personas, del llanto de niños, de jóvenes, de mujeres, de adultos, que eran introducidos en celdas, golpeados con laques, lazos, palos, fierros; que eran colgados contra paredes; que eran amarrados fuertemente de manos y de pies con alambres con púas. Fuimos testigos del paseo de los oficiales del ejército de Chile que verdaderamente imitaban a los nazis en cada gesto, en cada paso, en cada palabra, en cada comportamiento. Fuimos testigos de la deformación humana, de la inhumanidad que produce sentirse protegidos por un líder, que era el tal Pinochet, al que creían el imbatible, el todopoderoso, el modelo de militar dispuesto al mandato total, y dispuesto al crimen. Esto es parte de lo que vimos y lo que vivimos la Escuela Militar de Santiago de Chile. Esta institución fue vilipendiada, ultrajada, ofendida, por esas fuerzas militares asombrosamente criminales. Es, pues, el lugar perfecto para velar los restos de Pinochet porque realmente de eso, en los diecisiete años de presunta democracia, nada ha cambiado. Observen cómo se comportan en el velorio y el funeral y verán que se parecen mucho a los de aquel entonces. Nada ha cambiado en ese mundo militar. Nada ha cambiado. Nada.

Juan Carlos García
Diciembre 2006, Canadá

Que nadie olvide. Nunca

( 12/2006 )
Estadio Nacional, Santiago de Chile, septiembre de 1973
Estadio Nacional, Santiago de Chile, septiembre de 1973
Estadio Nacional, septiembre de 1973. Santiago, Chile

Los fascistas de siempre

( 12/2006 ) --- Siempre imaginé que la muerte de Pinochet sería un alivio planetario, y siempre me dije que en esa ocasión tendría yo derecho de hacer una bulliciosa fiesta en mi casa y vestiría una camisa roja, como muchos anónimos ciudadanos efectivamente hicieron en íntima demostración de un bien merecido desprecio.
Cumplí ambas cosas, la bulla y la camisa, pero esos días, que por suerte van quedando atrás, fueron en realidad de una sensación inevitablemente amarga: no sólo parecía triunfar la impunidad lograda gracias a simulaciones, mentiras y todo tipo de artimañas leguleyas, sino que vimos resurgir, casi de la nada, a lo más abyecto de la derecha chilena, fascistas de corazón que creíamos si no enterrados con Hitler, Mussolini y Franco, por lo menos templados con las evidencias de los crímenes y la corrupción de miembros de las Fuerzas Armadas chilenas durante su régimen.

Nada de eso. Yo fui a la marcha ciudadana del pasado domingo desde Plaza Italia a La Moneda, y soy testigo presencial de cómo los disturbios fueron comenzados por nuestra inepta policía. Una policía, al parecer, mucho más dispuesta a corromper el orden público que a mantenerlo.

Vi con verdadero espanto cómo el Subsecretario del Interior y el Intendente de Santiago justificaban la acción criminal de la policía con exactamente los mismos argumentos que ocupaba la dictadura hace 15 años para justificar su brutal represión.

Me quedé mudo con la entusiasta defensa que de Pinochet hizo el Cardenal Arzobispo de Santiago en la misa de la Escuela Militar. Vi con horror a las mujeres pinochetistas, cual bestias frenéticas e histéricas, ejercer toda su violencia sobre transeúntes y bienes privados.

Me quedé atónito con la violencia desatada de hombres y mujeres pinochetistas en contra de periodistas nacionales y extranjeros, de nuevo sin que la policía moviera un solo dedo; atónito por el descrédito automático que eso conlleva, por la estupidez ciega de quienes descargaban así su ira frente al mundo con su mayor enemigo histórico, que es aquél que busca la verdad de los hechos.

Triste, finalmente, porque percibo que al interior de históricas instituciones, y en medio de todos nosotros, sobrevive como gusano inmundo bajo la tierra un fascismo que cree firmemente en la muerte y en la violencia, en la mentira y el atropello, y que desgraciadamente está vivo y coleando.

Sebastián Gray, diciembre 2006

Las exequias del fiambre

( 12/2006 ) --- Y ocurrió sin más ni más, que el hinchado dictador paró las patas y corrieron los generales, escoltas, cadetes y toda la fanfarria milica por el barrio alto dándose ladrillazos en el pecho por la estrepitosa muerte del ogro chileno. Un gran bufido, un flato funerario y por fin dejó este mundo la pesadilla golpista. Era para no creerlo, parecía blindado el viejo arcabuz que no quería someterse al juicio postmortem. Si había escapado a tantas querellas por crímenes y atrocidades como un batracio resbaloso que llegó al fin de su vida sin ser condenado. Y quizás, esa mueca burlona frente a la justicia quedó estampada en la vitrina de su féretro que recibió el escupitajo del joven esperando largas horas y años para darse el gusto de gargajear esa risa macabra. Y en ese salivazo nos sentimos representados tantos y muchos y todos los que brindamos saltando y bailando por una Alameda de fiesta que entre guanacazos y lacrimógenas celebramos a poto suelto el último suspiro de la bestia o el típico dictador de derecha, como bien lo dijo el ministro del Interior. Pero quedó en el aire cierta decepción, un vacío abyecto que dejó la impunidad. Esa gran deuda con la justicia quedará como una mancha siniestra en la historia del Poder Judicial lavándose las manos con las excusas de: no se pudo, faltó tiempo, retrasos y papeleos que tramitaron la condena esperada por años.

Solamente tuvo que restringirse al barrio alto el teatro decadente del custodiado funeral. Y se lo llevaron rapidito, volando sobre Santiago, por el miedo a que el pueblo tomara venganza con los despojos putrefactos. No pudo hacer el camino de nuestros muertos. Ni Alameda, ni avenida La Paz, ni La Pérgola, ni Recoleta, ni la entrada fastuosa al Cementerio General que tuvo la grandiosa Gladys bajo una lluvia de pétalos rojos. Para el tirano sólo hubo un funeral apresurado, un sepelio de emergencia con los miles de pinochetistas cagados de calor esperando ver al fiambre en vitrina. Nunca pensamos que fueran tantos, estaban escondidos en sus cuevas con la crueldad facha tajeada en la boca. La derecha estuvo casi toda al pie del cajón, boqueando secos como lagartos al sol. No sé cuántos responsos, rosarios y misas de curas castrenses, donde no faltó el beato de la tele con su vocecita de veterana amante de los bototos. Unos obreros de la constru le gritaron asesino desde los andamios, y una cuica demonio de Tasmania desató su furia contra los cristales de la inmobiliaria. Esos trabajadores eran el pueblo digno que hasta el final lo reconoció como lo que fue.

La noticia acaparó noticiarios, reportajes, y algunos conocidos periodistas y conductores de los canales hablaban con un nudo en la garganta refiriéndose al muerto como ex Presidente, mi general, cuando el mundo entero exclamaba murió el dictador. Y otra vez vimos en las pantallas chilenas a los lamebotas, ex ministros, ex asesores de la Junta, haciendo gárgaras por justificar el genocidio. Repugnantes personajes que se empeñan en maquillar el horror con el supuesto brillo económico. También la farándula estuvo triste, vistió de luto, develando su descaro pinochetista. Sólo una rubia bipolar desfiló por la Alameda punteada y manoseada por los locos de la pobla brava. Ella se dice ex comunista, pero a nadie le consta. Ojalá no me siga nombrando en su mugre de telefarándula, porque no soy su amigo. No tengo amistad con los que se babosean con el fascismo. Ni olvido, ni perdón, ni reconciliación pascuera. Así de claro. Y la lucha por la justicia sobre el resto de los cómplices sigue más allá de la muerte del saurio. Tras el humo negro y fétido de su cremación quedó un país dividido para siempre. Una zanja de muertos sin cuerpo imposible de clausurar con la venia piadosa del perdón. En las calles de la celebración encontré a tantos amigos que no veía por años, y la emoción nos hizo recordar a otros que ya no están y se fueron sin saber el destino de sus desaparecidos. Pero esa melancolía era lo único que nublaba el dichoso sol donde las banderas rojas animaban el bullicioso carnaval. Familias enteras recorrían la Alameda alfombrada de serpentinas, y hasta los perros vagos meneaban la cola ladrando contentos en la tarde multicolor.

Pedro Lemebel
Santiago, diciembre del 2006

El Perro Muerto del que se fue sin pagar

( 12/2006 ) --- Perro muerto, porque se fue sin pagar… Era mortal y no estábamos reconciliados.

Más de 800 grados celsius para incinerar los restos del dictador. Además, de helicópteros Súper Puma para trasladar su cadáver al cementerio. Aparatos similares a esos otros que entonces, no pudieron ser filmados por las cámaras de ningún canal para saber finalmente: "¿Dónde están?"

Pinochet, el de la Junta, que volvía a la Escuela Militar. Él que transitaba en esas comitivas infinitas y veloces, con los furgones oscuros, tipo Los Magníficos y Mercedes Benz de cortinas celestes. Recordándonos a su paso, todo el poder de su poder.

Y Chile globalizado en las noticias pasó de nuevo el examen sobre la calidad de su democracia. Bien por la firmeza de Michelle Bachelet, pero quedamos para marzo con la suma de signos, gestos y trampas que finalmente configuraron un funeral del Ejército para el pinochetismo enardecido.

El capitán-nieto sedicioso y deliberante. Mientras, a otro nieto, de otro Comandante en Jefe, no le quedaba otro recurso que honrar a su abuelo escupiendo esa urna venerada. Treinta y tres años han transcurrido y ya son los nietos…

Pinochet, el pésimo orador que aleteaba sus brazos para enfatizar sus dichos. El abuelo regordete y socarrón del final de sus horas. El eterno soldado. El mito…hoy es polvo. Mientras, el pinochetismo vive su primavera y busca entre tanto viudo, fin a su orfandad.

Esta vez están todos. Políticos y empresarios. Son los mismos que en elecciones lo ocultaron. Esta vez ya no tienen excusa para poner distancias. Un mínimo de agradecimiento a "la obra". A las herencias tangibles que son las que de verdad importan. Las AFP y las Isapres, la desprotección y el trabajo precarizado. Frente a "la obra", que pueden significar nuestros detenidos desaparecidos. ¿Cuánto vale el progreso?

¿Qué sucederá ahora con la fortuna hecha con coimas y robos?

Pinochet de probo a ladrón. De milico en casa fiscal a rentista con ahorros en dólares. Pinochet y la primera vez que lo vi en 1980. Estaba en la Plaza de Temuco y era vitoreado por trabajadores del Pem y campesinos mapuches con carteles repartidos desde un camión municipal.

Pinochet antes del 23 de agosto del 84, anunciando la "Operación Alfa Carbón" de la CNI. Operativo desde Concepción al sur que tuvo entre sus víctimas a Nelson Herrera, muerto de un balazo en la frente, mientras estaba esposado en una ambulancia. Proceso aún pendiente en la justicia chilena.

Pinochet salvando del atentado y decretando con su vocero Cuadra la venganza. Y luego… esos últimos minutos de mi hermano arrancando de sus captores que lo acribillarían más tarde.

Pinochet después del 90, recordando continuamente todo el poder que mantenía junto a las FFAA y sus socios civiles del empresariado y la política. Los mismos que ahora lo despedirán en pleno, mientras se mordían la lengua de sus dichos de lejanía.

En un país donde el dictador se va a la tumba sin condenas luego de chantajear a la naciente y débil democracia, resulta desmesurado pedir respeto y mesura a los que salen a brindar y festejar por su deceso. No hay comparación entre una señalética destruida y centenares de detenidos-desaparecidos hundidos en el mar con trozos de rieles como anclas. No hay comparación…

Este Ejército que rinde honores sigue dificultando su reinserción democrática. Porque el tiempo de la justicia tuvo a lo menos 16 años, frente a un pinochetismo que aún sigue demostrando el poderío que guarda, y que ha quedado evidenciado en los funerales del dictador.

El arzobispo condena la píldora del día después, mientras reza por Pinochet con desparpajo junto a otros curas que como Hasbún se refieren "al ciudadano del cielo" que despiden. Los márgenes de la decencia y la ética saltan por sus costuras…mientras la mojigatería se pasea coqueta.

Aquí falta un desagravio al pueblo de Chile, a esos miles de caídos. Parece que la Verdad y la Justicia podrían ser un buen regalo para el Bicentenario.

¿Pensaran los asesinos presos en las cómodas cárceles militares, que ahora si podrán ampararse en la verticalidad del mando y sus órdenes? ¿Cómo estarán Contreras, Corvalán y Bauer articulando sus defensas y descargos?

La alegría ante la muerte de Pinochet y "el ya cayó" se parece demasiado a otros triunfos morales como el Combate Naval y el Desastre de Rancagua. O los empates a cero en el extranjero. Es la catarsis ante el fin del mito, pero es a lo Pirro, porque sin Pinochet la Justicia sigue aún más pendiente.

El domingo 10 parece que el dictador apostaba que podía ganar la batalla a su viejo y cansado corazón. Esa mañana imagino su retorno a casa creyendo sumar otra sobrevivencia. Pero, su juego llegaba hasta allí. Esta vez fue sin dilaciones y Rodríguez Grez ya no pudo salvarlo. Y todos los dispositivos y ucis ya no fueron suficientes.

Pero hizo perro muerto, porque se fue sin pagar…

Ignacio Vidaurrázaga
diciembre 2006, Chile
...
Ignacio Vidaurrázaga Manríquez es periodista. Su hermano Gastón fue ejecutado como represalia por el atentado contra Pinochet.

Mi barrio el día en que murió el dictador

( 12/2006 )

El domingo 10 a las 14:20 Rucia, Repostera del Crimen, se enteró de la muerte del dictador. Rucia es amiga y vecina, así que partió corriendo a mi casa a buscar a mi prima Daniela y salieron juntas a la calle cámara en mano a registrar el momento histórico.
Caminaron por las calles aledañas al Museo de Bellas Artes, un barrio donde viven muchos jóvenes y muchos viejos, un barrio bastante taquillero, de moda y que, recientemente, ha sido calificado como Gay Friendly.
Desde Santiago, diciembre del 2006. (video 11:49 min.)