Chile: Breve Imaginería política - 1970 - 1973
Chile: Breve Imaginería política - 1970 - 1973

La Peña de los Parra

Osvaldo Gitano Rodríguez
La Peña de los Parra
 
Las manos de Víctor Jara
Joan Turner
DICAP :
catálogo 1968 - 1973
Antes de la Nueva Canción
Osvaldo Rodríguez
La Nueva Canción Chilena
Fernando Barraza

La Peña de los Parra
Osvaldo Rodríguez

La Peña de los Parra :
catálogo 1968 - 1973

 

La Peña de los Parra
Santiago, Carmen n°340

La peña de los Parra vol. 2
La peña de los Parra
Los Parra de Chile
Arte de pájaros
Las cuecas
Lo mejor de Isabel Parra
Chile de arriba a abajo

 

 

... Los Parra comenzaron a volver a Chile en los años previos a la campaña de 1964. Se instalaron en la casa que el pintor y cantor Juan Capra mantenía en el número 340 de la calle Carmen, en el centro del viejo Santiago. Fue allí que nació la primera Peña de Chile y la más importante, centro durante años del movimiento de la Nueva Canción.

La gran casa, que fue creciendo como las legendarias casas de la novela latinoamericana, de haber sido un simple taller de artistas varios, se transformó en verdadera academia de la canción y la artesanía. Comenzó con dos pequeñas salas pero con el tiempo tuvo altillo, comedores, parrón, sala de discos y tienda de tejidos, salas de estudio e información. Floreció así una manera de cantar y de enseñar como si se desarrollase con otras perspectivas el arte que hasta ese entonces había estado encerrado pero latente en ella. Porque por ahí pasaron Sergio Castillo, el escultor, con sus fierros y sus fraguas y su metal al rojo. El indio Santos Chávez arrastrando su bohemia callada y generosa, especialmente en el vino y particularmente en la madera de su maravillosa geografía humana de rostros chilenísimos y caballos estelares y lunas mapuches. Y Juan Capra, el pintor y cantor a lo humano y lo divino, actividades que vivía auténticamente en medio de amigos bohemios en aquellas salas olor a trementina donde alguna vez dormí e hice el amor con alguna pintora de la cual ingratamente olvidé el nombre y nunca imaginé que en esas mismas salas, en esa misma casa, comería un día junto a Violeta y el gringo Favre, cantaría junto a Roberto Parra, Payo Grondona, Tito Fernández, me tomaría un vaso de vino con José Agustín Goytisolo y Paco Ibáñez, tendría interminables conversaciones con los Curacas y los Parra, y Víctor Jara me regalaría un sombrero.

Se pintaron de blanco las paredes (poco a poco los visitantes tomarían por costumbre dejar sus firmas en aquellos muros blancos. Si a alguien se le hubiese ocurrido copiar esos murales alguna vez, tendríamos uno de los grafitti más curiosos de la historia de Chile), se colgaron redes de pescador desde los techos, se construyeron pequeñas mesas y sillas de totora, se derritieron velas sobre botellas guatoncitas de vino Undurraga, se instalaron ceniceros en conchas de locos (aquellos extraños objetos de los cuales diría Chico Nelson, mi amigo brasilero: los locos son mariscos parecidos a los palmitos y que viven en ceniceros), se carpintereó un escenario pequeñito, se amplió la cocina para darle cabida al horno de las empanadas y una noche se abrió la Peña de los Parra.

Hay quienes pretenden que aquélla no fue una fecha importante. Varios de los que así critican la Peña, ni soñaban en aquél entonces con tomar una guitarra ni menos subirse a un escenario como los Parra lo venían haciendo desde hacía años en forma muy digna. Es verdad que todo lo anterior tiene mucha importancia. Partiendo de Margot Loyola, especial fundadora también, solitaria y tenaz; Violeta y sus descubrimientos y enseñanzas; los conjuntos Cuncumén y Millaray; los programas radiales de René Largo Farías Chile ríe y canta, y de José María Palacios Aún tenemos música, chilenos y la gente menos conocida como las hermanas Caracolito, como doña Rosa Lorca, con lsaías Angulo, como don Críspulo Gándara y tantos otros que nunca conocimos o que estamos empezando a conocer en ciertas recopilaciones que existen y que antes nos eran escamoteadas, etc. Pero la verdad es que el primer elenco de la Peña estuvo formado nada menos que por Isabel, Angel Parra, Rolando Alarcón y Patricio Manns, es decir cuatro de los pilares del movimiento. Muy poco tiempo más tarde se incorporaría un quinto miembro que empezaba como solista luego de dejar el Conjunto Cuncumén: Víctor Jara. Y por ese elenco pasaría más tarde la mayor parte de los solistas de la Nueva Canción: Payo Grondona, Patricio Castillo, Homero Caro, Kiko Alvarez y yo mismo. Más algunos iniciados de aquel entonces y que luego han seguido cantando, a quienes Angel acogía para darles un apoyo necesario; podemos recordar entre ellos a Alejandro Lazo y Alberto Kurapel. Y los conjuntos que allí comenzaron como Voces Andinas, compañeros de Patricio Manns en el Sueño Americano, el conjunto Huamarí de Santiago y Los de la Peña, compañeros de Angel Parra y que luego se transformarían en el grupo Kuracas. Hubo siempre muchos invitados y cualquier noche uno podía toparse con la sorpresa de la presencia de Atahualpa Yupanqui o César Isella, Poni Micharvegas, Marta Contreras o Paco Ibáñez.

Sin duda la gran ausente -en un sentido figurativo- fue Violeta. Ella cantó allí muchas veces. En cierto modo era su casa también, era su obra. Pero ella hubiese merecido un centro tan importante como la Peña de los Parra. No tuvo quién la aconsejara o la ayudase a organizar algo parecido. Esto no es culpa de nadie, ya que sabido es que ayudar o aconsejar a Violeta era más o menos como tratar de amarrar un temporal con cordelitos. Ya hablaremos de La Carpa de la Reina y otras empresas tan locas como inverosímiles. Repito, no se puede culpar a nadie sino a la vida a quien ella, no obstante, le dio gracias poco antes de marcharse para siempre, cerrando violentamente la puerta tras su espalda y dejando el aire que tiembla aún como después del terremoto.

Osvaldo Rodríguez
in Cantores que reflexionan, LAR ediciones. Madrid 1984



 

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Afiches y murales. Gráfica política 1970 - 1973
Afiches y murales. Gráfica política 1970 - 1973

 

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Una calle Salvador Allende ... en el mundo

 

 


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