Chile: Breve Imaginería política - 1970 - 1973
Chile: Breve Imaginería política - 1970 - 1973

La Nueva Canción Chilena

Fernando Barraza
La Nueva Canción  Chilena
 
Las manos de Víctor Jara
Joan Turner
DICAP :
catálogo 1968 - 1973
Antes de la Nueva Canción
Osvaldo Rodríguez
La Nueva Canción Chilena
Fernando Barraza
[ 1 ] - [ 2 ] - [ 3 ]

La Peña de los Parra
Osvaldo Rodríguez

La Peña de los Parra :
catálogo 1968 - 1973

 

La cueca - Violeta Parra

Margot Loyola, Siete compositores chilenos
Conjunto Cuncumén - Folklore
Lonquimay - Gallo de amanecida
Patricio Manns - La hora final
Conjunto Millaray - Folklore de Chile
Silvia Urbina - Los barcos en la noche
Víctor Jara - 1971 (afiche)
DICAP -Discoteca del Cantar Popular

 

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1- ¿Porqué la Nueva Canción?

-Nueva + Canción + Chilena = ¿Nueva Canción Chilena?
-No necesariamente.
-Entonces...
El problema no es tan complicado como parece. Una canción puede ser nueva y creada por artistas chilenos, pero, por su música y su letra no pertenecer a lo que se ha llamado Nueva Canción Chilena. Una cumbia made in Chile por ejemplo, o uno de los muchos temas de Gustavo Arriagada que ha popularizado en el disco José Alfredo Pollo Fuentes.
Además de demostrar que una ecuación matemática y una canción no se parecen en nada, el acertijo nos lleva directamente al área: ¿Qué diablos es la Nueva Canción Chilena? Una manera de identificar a determinadas canciones chilenas de los últimos años que se diferencian sustantivamente de la música comercial. Hay temas que tienen un objetivo rotundo: vender miles de copias del disco. Se llaman canciones oreja. Ritmo pegajoso, bailable, cantante en la onda -en que tarro rime con jarro- y nadie se sienta ni remotamente incómodo con su contenido.
Esa es la música netamente comercial. Un producto, como un jabón o un par de zapatos de moda. Sustento de la industria disquera, del negocio del ídolo.
Pero dentro de la llamada música popular hay también otras preocupaciones. Canciones que se interesan esencialmente por decir algo. O de sugerirlo. Explícita o implícitamente un contenido, un mensaje letrístico y/o musical.
El fenómeno se ha dado en muchas partes del mundo. Y en diversas épocas. Determinadas reacciones políticas o ciertos procesos sociales buscan y encuentran su modo de expresión a través de la canción.
En Chile, aisladamente, siempre existieron temas que tradujeron una realidad social. Pero sólo en los últimos años, en especial a partir de Violeta Parra, el fenómeno adquiere características propias e incluso logra cierto grado de popularidad. Este tipo de composiciones forman lo que se ha dado en llamar Nueva Canción Chilena.
Nació subrepticiamente, puertas adentro de peñas y recintos universitarios. Ajena a todo circuito tradicional de distribución, difusión y popularización (rankings, discjockeys, revistas juveniles, copuchas del mundo artístico). Casi podríamos hablar quizás de música underground.
Después alcanzó una resonancia indiscutida, especialmente en todo el período previo al triunfo de Salvador Allende y la Unidad Popular, el 4 de septiembre de 1970.
Hoy día -a juicio de muchos, en aparente crisis- parece buscar nuevos derroteros que le permitan adecuarse a circunstancias diferentes a las que le dieron origen. No se trata de una canción tipificada, prisionera de una definición. Es fundamentalmente dinámica y por lo mismo, no es fácil de caracterizar o formular teóricamente.
En cuanto a la letra, la peculiaridad de la Nueva Canción Chilena es clara. Traduce o intenta interpretar una realidad.
Musicalmente es amplia. Nació bastante emparentada a ritmos e instrumentos folklóricos. Después evolucionó a formas más propias, y hoy -en muchos casos- asimila el impacto mundial del soul, dándole mayor importancia al aspecto instrumental.
Analizar el cómo, el cuándo, el porqué y el para qué de la Nueva Canción Chilena constituye el intento de este libro.

2 La pequeña langosta se la trae

Quizás analizar una canción típica de la música comercial -La Pequeña Langosta- ayude a comprender mejor sus diferencias con la Nueva Canción Chilena.

Salta, salta, salta
Pequeña langosta,
Quieren alejarme
De ti a toda costa.
Salta, salta, salta,
Pequeña a mi lado,
Que hoy están de enganche
todos los pescados.

Acusar al sabroso crustáceo de activista ideológico, parecería una afirmación bastante extravagante. Los chilenos de toda edad y condición social vibraron tiempo atrás con las rítmicas peripecias del animalito:

Salta, salta, salta
Pequeña langosta,
No te vayas lejos,
Ven hacia la costa.

Y la previnieron reiteradamente contra los peligros que la acechaban:

Que hay un maremoto
Bailando a tu lado,
Y cualquier pescado
Te puede robar.

La canción (prima hermana, musicalmente de la antigua raspa : Bailar, bailar bailar la raspa popular...) parecía inocente, pero se inscribe dentro de lo que, a juicio de muchos sociólogos, contribuye a la enajenación a través de los medios de comunicación.
Digamos que la pequeña langosta, además de saltar como loca, les trabajaba el conformismo a los saltadores. Lo que viene a ser una de las características de la música popular que le da vida al comercio disquero: La canción asumió un carácter comercial, entró de lleno en el sistema económico y social, y, como consecuencia, en la trama ideológica de una sociedad determinada (El Conformismo revoltoso de la Canción Popular, charla de Michèle Mattelart, con motivo del segundo Festival de la Nueva Canción Chilena.)
El fenómeno parece más grave si se produce en Chile, en 1972, a casi dos años de la puesta en escena del Gobierno Popular.
Vale decir, de un proceso que pretende modificar sustantivamente las estructuras sociales, económicas, políticas y jurídicas del país. Y por cierto, también, las condicionantes culturales.
Este hecho justifica un intento de análisis. Aunque sea preciso iniciarlo con una pregunta al hueso: ¿Existe hoy día la Nueva Canción Chilena?
Si recorremos el dial de las radioemisoras nacionales o recurrimos a los rankings o a las cifras de ventas de las casas disquerías, la respuesta parece poco alentadora.
La pequeña langosta está acompañada por una nutrida serie de temas en inglés, por los éxitos del Festival de San Remo 1972 y -si de trata de cantar en castellano- por una canción que:

Se mete, se mete...

Y otra que se cree ascensor:

Sube, sube,
Sube y baja
.

La mayoría de los buenos compositores nacionales, cultores de la Nueva Canción, no dan demasiadas señales de vida. Y el tercer Festival de la Nueva Canción Chilena, efectuado a fines de 1971, evidenció una crisis temática y una pobre asistencia de público.
Otros autores, con sus mensajes reiterativos y han terminado por cerrarle puertas a la Nueva Canción Chilena.
Pero el tremendismo es mal consejero. En el futuro se puede producir una superación. La esperanza parece cifrada en tres factores esenciales:

1- La superación de los propios compositores. En este sentido, temas como Cuando amanece el Día (Angel Parra) son un buen ejemplo.

2- Los resultados que a largo plazo nazcan de una actividad musical masiva: festivales de los trabajadores, talleres de creación. Vale decir, incorporar al pueblo a la canción popular. Que ellos mismos le den forma expresiva a su realidad y no requieran de intérpretes desde fuera.

3) La aparición de un nuevo fenómeno, que incorpora con éxito elementos musicales soul y folklóricos, al servicio de una letra de cierto contenido. Un buen exponente sería el tema Todos Juntos (Los Jaivas).

Estos factores demuestran que la Nueva Canción Chilena, o cualquier otra expresión creativa que mantenga sus valores esenciales dentro de la música popular, ha cumplido y sigue cumpliendo un papel importante dentro del movimiento musical en nuestro país.
En el peor de los casos, la Nueva Canción sería un puente para las formas rítmicas y temáticas que se den en el futuro inmediato en el campo de la creación musical. De ahí que, como en toda historia que se precie de tal, sea necesario, no sólo ir a los orígenes, sino precisar el concepto de Nueva Canción Chilena.
No olvidemos que se trata de un sayo musical que ha servido para vestir a más de algún aventurero.

3 - Del arroyito a Violeta Parra

La canción traduce una realidad.Y la Nueva Canción Chilena no escapa a esa regla.
El canto es también una manera de escribir la historia, de impugnar las diversas formas de servidumbre e injusticia, de gritar el hambre o el dolor, de revelarse y de rebelarse.
(¡Basta!, Mery Franco-Lao,Ed. Era, México, 1970.)
Muchos piensan que la Nueva Canción Chilena es algo nuevo, que nunca se dio anteriormente. Se trata de una verdad a medias.
En 1817 una refalosa daba cuenta a los chilenos de la llegada inminente de cierto general Bajando de los Andes:

Pido permiso señores,
Que yo vengo a saludar.
Si sus mercedes lo quieren
Nos podremos refalar.
A la refalosa mi alma,
Que la patria va a triunfar.
Bajando de los Andes
Viene un bravo general.
Un general de talento
Y de corazón audaz.
Don José lo llaman todos
Y quiere la libertad.
Noticias traigo de lejos:
Que se acerca el batallón.
Las señas pa conocerlo:
La bandera tricolor.

Hacia 1886, muchos chilenos cantan... y bailan un hit del momento: la Cueca de Balmaceda:

Mi vida, ganó el ban
Ganó el bando liberal,
Mi vida, y el conser
Y el conservador cayó.
Mi vida, viva vi
Viva viva Balmaceda,
Mi vida, cuyo par
Cuyo partido triunfó.
Triunfó como se sabe
Es evidente:
Castigar al pechoño,
Mi vida, ay, por insolente.
Por insolente, sí,
Y a los banqueros
Y a los explotadores,
Mi vida, ay, por usureros.
¡Seré mientras yo exista
balmacedista...!

Y en 1920, una canción del folklore, llamada La Ausencia, le pide prestada la letra al poeta Carlos Pezoa Véliz y nace el Canto a la Pampa:

Canto a la pampa,
la tierra triste,
Réproba tierra de maldición
Que de verdores jamás se viste,
Ni en lo más bello de la estación,
En donde el ave nunca gorjea,
En donde nunca la flor se abrió,
Ni del arroyo que serpentea,
Su cristalino bullir se oyó.
Año tras año por los salares
Del desolado tamarugal
Lento, cruzando van por millares,
Los tristes parias del capital.
Sudor amargo su sien brotando,
Llanto a sus ojos, sangre a sus pies,
Los infelices van acopiando
Montones de oro para el burgués.
Hasta que un día, como un lamento
De lo más hondo del corazón,
Por la callejas del campamento
Vibró un acento de rebelión;
Eran los ayes de muchos pechos,
De muchas iras era el clamor,
La clarinada de los derechos
Del pobre pueblo trabajador
- ¡Vamos al puerto -dijeron -, vamos!-
Con un resuelto y noble ademán
Para pedirles a nuestros amos
Otro pedazo, no más, de pan.
Y en la misérrima caravana
Al par que al hombre, marchar se ve
La amante esposa, la madre anciana
Y el inocente niño también.
¡Benditas víctimas que bajaron
Desde la pampa llenas de fe!
Y a su llegada lo que escucharon
Voz de metralla tan sólo fue.
Baldón eterno para las fieras
Masacradoras sin compasión:
Queden manchadas con sangre obrera
Como un estigma de maldición.
Pido venganza para el valiente
Que la metralla pulverizó,
Pido venganza para el doliente
Huérfano y triste que allí quedó.
Pido venganza por la que vino
De los obreros el pecho a abrir.
¡Pido venganza por el pampino
Que allá en Iquique supo morir!

Nada que agregar. En el más puro camino temático de la Nueva Canción Chilena. Como vemos, los legítimos antecedentes del género son más que remotos.
Con todo, no se puede negar que las expresiones creativas citadas son excepciones.
La canción chilena tradicional es hija de una sociedad eminentemente agrícola en sus fuentes de producción, colonial en su estructura y conservadora en sus costumbres y prejuicios. No es raro entonces que tal contexto histórico dé vida a tonadas descriptivas, cansinas, a menudo fatalistas.
La actitud del compositor es contemplativa, aunque muchas veces logre notables aciertos musicales. El paisaje agrario es su temática monocorde. El arroyo que baja de la montaña, el álamo huacho, el rechinar de la carreta. O el romance que se fusiona con el trabajo campesino:

Allá en la parva de paja, ay,
Donde primero te vi,
Quiero encontrarte de nuevo, ay,
Para dejar de sufrir.

La ciudad, apenas una aldea grande, también es contemplada con ojos descriptivos. Y el pregón del motero se proyecta en la canción, con una especie de realismo fotográfico:

Motemei,
Pelao y calientito.

Las reminiscencias de la vida infantil, pobre y triste, también dan lugar a una canción hermosa en lo musical, pero meramente evocadora en la letra:

Mantelito blanco
De la humilde mesa
En que compartimos
El pan familiar.
Mantelito blanco
Hecho por mi madre
En horas de invierno
De nunca acabar.

Se dijera que el compositor de limitaba a cosignar hechos, a registrar paisajes, a lamentar amores desdichados.
La gran mayoría de los autores de éxito -desde Osmán Pérez Freire hasta Nicanor Molinare, Clara Solovera o Francisco Flores del Campo- participan de esas características.
La chilenidad, en un sentido obvio y fundamentalmente enumerativo de los rasgos físicos de nuestro territorio, también ocupa una preferencia en las inquietudes creativas de los compositores tradicionales:

Ayúdeme usted, compadre
A gritar un viva Chile.
La tierra de los zorzales
Y de los rojos copihues.
Con su cordillera blanca
Puchas que es linda mi tierra,
No hay otra que se le iguale
Aunque la busquen con vela.

Salvo excepciones, como los ya citados Canto a la Pampa o la Cueca de Balmaceda y algunas otras, la explotación del campesino, la insurgencia de los mineros nortinos o las batallas del movimiento obrero, no parecen preocupar a los creadores de la canción chilena. (Tendría que transcurrir medio siglo para que la matanza de la Escuela Santa María de Iquique se constituyera en tema de la famosa Cantata de Luis Advis, tal vez la obra más importante en la música chilena de los últimos tiempos.)
Pero la realidad social del país va cambiando. Un proceso de transformaciones más y más acelerado remece la estructura de Chile.
El triunfo del Frente Popular, con Pedro Aguirre Cerda, en 1938, crea las condiciones para un proceso creciente de industrialización. La Corfo, Paipote, Huachipato, la Enap, la siderurgia, la petroquímica, le cambian el rostro a la sociedad chilena.
El campesino ya no encuentra satisfacción ni destino en su desmedrada condición (la ley de Instrucción primaria obligatoria multiplica las escuelas en el campo). El obrero agrícola se rebela frente a su situación y emigra hacia la ciudad en busca de mejor trato y salarios más remunerativos.
La metrópoli crece inorgánicamente y no alcanza a resistir con éxito el fenómeno migratorio. La llamada marginalidad urbana entra en escena. Nacen la población callampa, el conventillo: aumenta la cesantía, la prostitución, la delincuencia juvenil, los niños en situación irregular.
La combativa acción de los campesinos por la reforma agraria y la abierta lucha de los trabajadores por conquistar sus derechos y mejorar sus condiciones de vida, sobrepasan la capacidad dialéctica de los gobiernos reformistas. Y las balas son -muchas veces- la única respuesta para el pueblo, lo que hace exclamar a Violeta Parra:

Qué dirá el Santo Padre,
Que vive en Roma,
Que le están degollando
A sus palomas.

Frente a esta situación, la canción tenía que buscar otros rumbos. La temática de la música popular debía registrar -dentro de sus posiblidades expresivas- todo el fenómeno de cambio, sus personajes, consecuencias, héroes y antihéroes.
La Nueva Canción Chilena estaba ya madura y sólo necesitaba de una experta vendimiadora. Tal papel le corresponde sin lugar a dudas a Violeta Parra.
Nacida en Chillán, en 1918, hija de un profesor primario y una campesina, Violeta Parra es la figura más importante de la canción popular chilena.
Cultora de las más puras expresiones del folklore tradicional (velorio de angelitos, décimas, cantos a lo divino, tonadas y cuecas de estirpe campesina), Violeta emigra a Santiago y no tarda en darse cuenta de la realidad chilena y en postular una verdadera declaración de principios para la Nueva Canción:

Yo canto a la chillaneja
Si tengo que decir algo
Y no tomo la guitarra
Por conseguir un aplauso.
Yo canto la diferencia
Que hay de lo cierto a lo falso,
De lo contrario, no canto

Desde entonces, Violeta Parra -una eterna rebelde ella misma- dispara sin remilgos contra el orden establecido, las instituciones que lo sustentan, los notarios que lo certifican y los mitos que lo perpetúan:

Porqué los pobres no tienen
A dónde volver la vista,
La vuelven hacia los cielos
Con la esperanza infinita
De encontrar lo que su hermano
En este mundo les quita, ¡palomita!
¡Qué cosas tiene la vida, zambita!

Amarga, feliz, contradictoria, irascible, volcánica, pero siempre tumultuosamente genial, Violeta Parra se constituye, sin quererlo ni saberlo (como ejemplar iconoclasta arrancó siempre de clasificaciones y etiquetas), en la verdadera innovadora de la música popular chilena.
Su trágica muerte (en febrero de 1967, una bala termina con su vida, prematuramente y por su propia voluntad) no interrumpe su ciclo vital, sino que lo agiganta. Poco antes había escrito:

Gracias a la vida,
Que me ha dado tanto.

Los cultores de la Nueva Canción Chilena, empezando por los propios hijos de Violeta (Angel e Isabel Parra) son deudores en mayor o menor grado de la gran artista.
Violeta abrió el camino, registró en su guitarra el verdadero pulso de Chile. Incomprendida en un comienzo, ácidamente criticada después, temida siempre, Violeta Parra sacó a la música popular de su candorosa ingenuidad. De su acomodaticio e inocuo realismo.
No sólo fue una creadora notable, sino además insuperable intérprete. La recordamos, una noche de 1966, en el inmenso escenario de teatro Cariola. Sólo la cortina de fondo, una silla y su guitarra. Violeta, vestida de negro, con trenza y su cara picada de viruela. Empieza a cantar y el ambiente se transforma, algo mágico inunda la sala, el público -que repleta el teatro permanece como hipnotizado en sus asientos. Se trataba, sin duda de una artista extraordinaria.
La Nueva Canción Chilena nace y se desarrolla como producto del acelerado proceso de transformaciones que vive el país y bajo la tutela artística de la obra de Violeta Parra.
Además de su forma musical y su contenido temático, tiene diferencias cualitativas con la música comercia, con el negocio del disco. Su fin último no es ganar dinero, tampoco conseguir nombradía:

Yo canto...
Si tengo que decir algo
Y no tomo la guitarra
Por conseguir un aplauso.

En la difícil ruta marcada por Violeta Parra hay una especie de código de ética:

Yo canto la diferencia
Que hay de lo cierto a lo falso.
De lo contrario no canto.

¿Podrían decir lo mismo todos los cultores de la Nueva Canción Chilena?



 

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Afiches y murales. Gráfica política 1970 - 1973
Afiches y murales. Gráfica política 1970 - 1973

 

Chile: Breve Imaginería política      1970 - 1973

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