En el calor asfixiante de aquel dÃa viernes,
( 12/2001) -- ... miles de chilenos nos quejamos de lo desagradable que se vuelve Santiago por estas fechas. Algunos, un poco más privilegiados, nos preparábamos psicológicamente para resistir las agotadoras horas previas al concierto de una banda
que remeció hasta los huesos a una generación de jóvenes que disfrutamos largas jornadas combatiendo a una trasnochada dictadura.
A medida que avanza el dÃa, el calor se torna cada vez más insoportable, el mote con huesillo que promete venir con hielo evidencia luego una absurda mentira, logrando solo que miremos con desconfianza a los heladeros que prometen helados duros. Y como si no fuera bastante, un hombre decide encender fuego a su cuerpo en plena plaza de la Constitución, a metros de la entrada principal del palacio de gobierno. Las autoridades, choqueadas por el suceso, deciden suspender el acto oficial por el dÃa internacional del SIDA, y no es difÃcil imaginar las carreras locas tratando de encontrar sentido a la terrible decisión de una persona, de un ser humano.
Pudo ser un enfermo de SIDA en su fase terminal, un pescador artesanal de esos que hace semanas recorren las calles de Santiago como fantasmas extraviados buscando la ruta al mar. ( ... ) O también pudo ser simplemente un chileno, de esos que llevan el pan fiado desde el almacén, mordiendo con rabia la vergüenza de no tener plata para pagar. Es decir, millones de chilenos estuvieron bajo sospechas por largos minutos.
Yo fui uno de esos chilenos de mierda que, pese a todo, igual estuvimos la noche del viernes en el estadio nacional, y cantamos y gritamos y saltamos y nos emocionamos, sin pensar siquiera, como dijo al dÃa siguiente Rafael Gumucio, que muchas de esas letras ahora estaban dirigidas hacia nosotros mismos, hacia nuestro arribismo y la traición de nuestros mejores y honestos años de juventud. Nada peor, querido Rafael, que sentirse una mierda y pensar que todos los de esa generación decidimos también serlo, y que nos vendimos porque después de los treinta ya no es mal visto hacerlo, más aún en estos tiempos, sin socialismos, con Fidel convertido en un tata y el Ché como imagen publicitaria que vende hasta calzoncillos.
Eduardo se quema frente a la Moneda y no tenemos, Eduardo Miño, idea de qué mierda hacer. Las palabras ( ...) de Rafael, pierden sentido, simplemente porque esta vez es la realidad la que golpea fuerte sobre la mesa: un hombre se quema vivo frente a millones de hombres y mujeres en el mundo que verán la imagen de la dignidad en llamas y globalizada. Es el coraje de quienes decidieron no ponerse en venta, lo que arde como una pira, y el calor duele también a la derecha, que esperaba atenta un poco de información para salir a atacar ciegamente al gobierno. Pero no, Eduardo les dice en la cara -y la suya está ardiendo- que ellos son también culpables.
Señor ministro, nos dicen que no era trabajador de Pizarreño, que incluso lo más probable es que no estuviera enfermo de asbestosis y muy probablemente la única certeza es que efectivamente haya estado cesante.
Pero no era pescador señor ministro, ni tampoco enfermo de SIDA. Fue importante la confirmación de estas informaciones, porque sólo entonces el ministro Huepe con su cara de vampiro trémulo y tercermundista, encaminó seguro para enumerar paso a paso, todo lo bueno que ha sido el gobierno con las vÃctimas de Pizarreño, que son finalmente todas las vÃctimas de los capitales nacionales y transnacionales, convertidos en la carnada de los paÃses pobres, en los pequeños animales que los gobiernos todos han debidos llevar al altar, porque finalmente es la única manera de garantizar la llegada de las inversiones, deidad moderna que estimula las estadÃsticas del crecimiento macroeconómico.
Eduardo se quema frente a la Moneda, y los transeúntes no saben exactamente qué hacer, puede ser la segunda parte del spot publicitario ese de que si ya nada te sorprende, Señor ministro, estamos en condiciones de asegurar que tampoco se trata de una campaña publicitaria, ni el aprovechamiento a concho del segundo de propaganda electoral de los humanistas.
Eduardo se quema, se apuñala, y esa tarde en el Nacional a ratos me vino una amargura de mierda, unas ganas de llorar, porque el golpe de Eduardo no fue contra el gobierno, fue un golpe artero contra quienes decidieron irse pa' la casa, porque el cable, internet y el café de todos los sabores imaginables resultaron ser más encantadores. Un golpe artero para quienes vimos por televisión como le sacaban la cresta a unos cuantos comunistas añejos que sacaron coraje para aleccionarnos una vez más en las tramas de la dignidad. Eduardo se quema y golpea. Eduardo no es el acto de protesta contra una empresa rasca que mata a sus obreros, incluso trasciende la bronca contra este gobierno de cagones que come hamburguesas con el capital transnacional al mismo tiempo que vende por fragmentos lo único limpio que va quedando en el planeta: Aysén. Si la cuestión es finalmente la plata, estoy seguro que Bolivia puede hacer una buena oferta, el problema es que si la cosa no huele a mercado. Eduardo y sus llamas son un golpe en el rostro para los buena-onda del mundo entero, ésos y ésas que existen en China, como en Francia, Italia y Estados Unidos. Los seres polÃticamente correctos que luchan desde el correo electrónico, sabiendo que desde ahà no los pueden matar, pero que tampoco pueden matarlos. Hijos de mierda del mercado, renegando cada segundo de ello y gozando al mismo tiempo de sus ventajas
La muerte de Eduardo resuena como un homenaje a los departamentos tipo loft, la noche en el barrio Brasil o Bellavista, el cine Arte del Normandie o...¿o es que de pronto nos damos cuenta que 12 años pasaron efectivamente en vano?, que Los Prisioneros nunca se fueron, que aunque ni ellos mismos se lo crean, su vigencia acusa nuestros estómagos más voluminosos, el arribismo cabalgando desbocado y obreros quemándose a lo bonzo.
Esta semana pasada tuvo, queridos amigos y amigas: un desalojo violento de comunistas, un obrero hastiado de la vida quemándose a lo bonzo, un concierto con Los Prisioneros y un partido del Colo-Colo. Si encuentra alguna similitud con los ochenta, no se equivoque, los hechos parecen repetirse, pero los actores no somos los mismos, aunque algunos se mantengan intactos, como Eduardo, para avergonzarnos en la decencia de sus actos.
El puñal incrustado en su pecho llegó intacto a la posta, fue extraÃdo con los cuidados de rigor. Pero desde entonces, no sé, pero como que siento un algo de mierda que me clava y molesta en el pecho; siento además que este verano está más pesado que los anteriores, y hay unos grados que dan la sensación de que están sobrando. Y Usted, ¿No siente lo mismo?. Nunca, a la dignidad, se le debió tanto respeto.
desde Chile.
	A medida que avanza el dÃa, el calor se torna cada vez más insoportable, el mote con huesillo que promete venir con hielo evidencia luego una absurda mentira, logrando solo que miremos con desconfianza a los heladeros que prometen helados duros. Y como si no fuera bastante, un hombre decide encender fuego a su cuerpo en plena plaza de la Constitución, a metros de la entrada principal del palacio de gobierno. Las autoridades, choqueadas por el suceso, deciden suspender el acto oficial por el dÃa internacional del SIDA, y no es difÃcil imaginar las carreras locas tratando de encontrar sentido a la terrible decisión de una persona, de un ser humano.
Pudo ser un enfermo de SIDA en su fase terminal, un pescador artesanal de esos que hace semanas recorren las calles de Santiago como fantasmas extraviados buscando la ruta al mar. ( ... ) O también pudo ser simplemente un chileno, de esos que llevan el pan fiado desde el almacén, mordiendo con rabia la vergüenza de no tener plata para pagar. Es decir, millones de chilenos estuvieron bajo sospechas por largos minutos.
Yo fui uno de esos chilenos de mierda que, pese a todo, igual estuvimos la noche del viernes en el estadio nacional, y cantamos y gritamos y saltamos y nos emocionamos, sin pensar siquiera, como dijo al dÃa siguiente Rafael Gumucio, que muchas de esas letras ahora estaban dirigidas hacia nosotros mismos, hacia nuestro arribismo y la traición de nuestros mejores y honestos años de juventud. Nada peor, querido Rafael, que sentirse una mierda y pensar que todos los de esa generación decidimos también serlo, y que nos vendimos porque después de los treinta ya no es mal visto hacerlo, más aún en estos tiempos, sin socialismos, con Fidel convertido en un tata y el Ché como imagen publicitaria que vende hasta calzoncillos.
Eduardo se quema frente a la Moneda y no tenemos, Eduardo Miño, idea de qué mierda hacer. Las palabras ( ...) de Rafael, pierden sentido, simplemente porque esta vez es la realidad la que golpea fuerte sobre la mesa: un hombre se quema vivo frente a millones de hombres y mujeres en el mundo que verán la imagen de la dignidad en llamas y globalizada. Es el coraje de quienes decidieron no ponerse en venta, lo que arde como una pira, y el calor duele también a la derecha, que esperaba atenta un poco de información para salir a atacar ciegamente al gobierno. Pero no, Eduardo les dice en la cara -y la suya está ardiendo- que ellos son también culpables.
Señor ministro, nos dicen que no era trabajador de Pizarreño, que incluso lo más probable es que no estuviera enfermo de asbestosis y muy probablemente la única certeza es que efectivamente haya estado cesante.
Pero no era pescador señor ministro, ni tampoco enfermo de SIDA. Fue importante la confirmación de estas informaciones, porque sólo entonces el ministro Huepe con su cara de vampiro trémulo y tercermundista, encaminó seguro para enumerar paso a paso, todo lo bueno que ha sido el gobierno con las vÃctimas de Pizarreño, que son finalmente todas las vÃctimas de los capitales nacionales y transnacionales, convertidos en la carnada de los paÃses pobres, en los pequeños animales que los gobiernos todos han debidos llevar al altar, porque finalmente es la única manera de garantizar la llegada de las inversiones, deidad moderna que estimula las estadÃsticas del crecimiento macroeconómico.
Eduardo se quema frente a la Moneda, y los transeúntes no saben exactamente qué hacer, puede ser la segunda parte del spot publicitario ese de que si ya nada te sorprende, Señor ministro, estamos en condiciones de asegurar que tampoco se trata de una campaña publicitaria, ni el aprovechamiento a concho del segundo de propaganda electoral de los humanistas.
Eduardo se quema, se apuñala, y esa tarde en el Nacional a ratos me vino una amargura de mierda, unas ganas de llorar, porque el golpe de Eduardo no fue contra el gobierno, fue un golpe artero contra quienes decidieron irse pa' la casa, porque el cable, internet y el café de todos los sabores imaginables resultaron ser más encantadores. Un golpe artero para quienes vimos por televisión como le sacaban la cresta a unos cuantos comunistas añejos que sacaron coraje para aleccionarnos una vez más en las tramas de la dignidad. Eduardo se quema y golpea. Eduardo no es el acto de protesta contra una empresa rasca que mata a sus obreros, incluso trasciende la bronca contra este gobierno de cagones que come hamburguesas con el capital transnacional al mismo tiempo que vende por fragmentos lo único limpio que va quedando en el planeta: Aysén. Si la cuestión es finalmente la plata, estoy seguro que Bolivia puede hacer una buena oferta, el problema es que si la cosa no huele a mercado. Eduardo y sus llamas son un golpe en el rostro para los buena-onda del mundo entero, ésos y ésas que existen en China, como en Francia, Italia y Estados Unidos. Los seres polÃticamente correctos que luchan desde el correo electrónico, sabiendo que desde ahà no los pueden matar, pero que tampoco pueden matarlos. Hijos de mierda del mercado, renegando cada segundo de ello y gozando al mismo tiempo de sus ventajas
La muerte de Eduardo resuena como un homenaje a los departamentos tipo loft, la noche en el barrio Brasil o Bellavista, el cine Arte del Normandie o...¿o es que de pronto nos damos cuenta que 12 años pasaron efectivamente en vano?, que Los Prisioneros nunca se fueron, que aunque ni ellos mismos se lo crean, su vigencia acusa nuestros estómagos más voluminosos, el arribismo cabalgando desbocado y obreros quemándose a lo bonzo.
Esta semana pasada tuvo, queridos amigos y amigas: un desalojo violento de comunistas, un obrero hastiado de la vida quemándose a lo bonzo, un concierto con Los Prisioneros y un partido del Colo-Colo. Si encuentra alguna similitud con los ochenta, no se equivoque, los hechos parecen repetirse, pero los actores no somos los mismos, aunque algunos se mantengan intactos, como Eduardo, para avergonzarnos en la decencia de sus actos.
El puñal incrustado en su pecho llegó intacto a la posta, fue extraÃdo con los cuidados de rigor. Pero desde entonces, no sé, pero como que siento un algo de mierda que me clava y molesta en el pecho; siento además que este verano está más pesado que los anteriores, y hay unos grados que dan la sensación de que están sobrando. Y Usted, ¿No siente lo mismo?. Nunca, a la dignidad, se le debió tanto respeto.
desde Chile.







