El informe Orellana

Memorias del exilio
María Teresa Cárdenas - 2003

 

Editor por vocación, Carlos Orellana encontró un motivo lo bastante fuerte como para aventurarse en el terreno de la escritura.

"Mi exilio comenzó exactamente el 11 de septiembre de 1973, día en que, de modo brutal, fui arrancado material y espiritualmente de mi país y de todo lo que hasta entonces le daba sentido a mi vida". Así explica Carlos Orellana (Guatemala, 1928) la decisión de incluir en Penúltimo informe. Memorias del exilio (Sudamericana, Santiago, 2003, 356 páginas, precio de referencia $10.800) dos capítulos que dan cuenta de su detención en la Universidad Técnica del Estado (hoy USACh) y su posterior encierro en los estadios Chile y Nacional. Escritos en 1974 y 1978, respectivamente, le sirvieron como punto de partida para sus recuerdos. El resultado es una obra memorialística de indudable interés, donde personajes y situaciones se recrean con una suerte de objetividad o distancia que contribuye a lograr la empatía del lector. Nada más lejos del panfleto, la diatriba o las lamentaciones, aunque el tema se hubiera prestado para ello. La fuerza, en cambio, está dada por los hechos, tal como los recuerda su autor, y lo crueles, generosos, dramáticos, pintorescos o francamente divertidos que fueron sus protagonistas.

- La memoria es también olvido, ¿cómo fue el proceso de recordar a esas personas y esas situaciones?

"Se dieron dos cosas: una es que yo volví a Chile a principios del año noventa y con la Jacqueline (Mouesca, su mujer) no nos movimos de aquí hasta el 2001, en que volvimos a Francia y a España. Ese viaje me reavivó muchas cosas, como es normal. Fue un acicate bastante fuerte. Y después, para la reconstrucción, me sirvió mucho la revista "Araucaria". En el libro hablo abundantemente, por ejemplo, de muertes, la de Julio Moncada, de Rafael Vega Querat, de Guillermo Atías, y sobre todos esos temas hay artículos míos o que escribieron otras personas. La revista, en ese sentido, fue mi punto de apoyo para construir una historia que, en lo esencial, creo que es bastante fiel".

Circular, como es en efecto la memoria, el texto va acercándose y dando señales respecto del hecho más doloroso que le tocó vivir a Orellana durante su destierro en Francia. Afectada por la fuerte depresión que le causó el exilio, Cecilia - la menor de sus tres hijos- se quitó la vida un día de octubre, poco antes de cumplir los 19 años.

"Me costó mucho escribirlo, porque incluso sobre el tema me cuesta todavía hablar... creo que me es más fácil ahora después de haber escrito esto. Pero yo necesitaba citarlo, primero porque fue un punto de caída muy fuerte para mí, muy tremendo, y porque además se produjo eso que yo cuento y que ha sido objeto de bromas de algunos amigos, que es mi relación con la Jacqueline, o sea, yo caí al fondo del pozo y salí del fondo del pozo. Y eso fue clave en mi vida en el exilio, en todo sentido..."

El libro es también un llamado a descubrir una realidad cultural desconocida para la mayoría de los chilenos:

"Quiero reivindicar la obligatoriedad de reconstruir ese fenómeno - señala- , porque en el aspecto específico de la cultura en el exilio se dieron situaciones muy importantes. En diez años se filmaron casi 200 películas hechas por cineastas chilenos sobre el tema de Chile. Está además el caso de los pintores del exilio, que eran una enormidad; el de los académicos, que ha significado que hasta hoy se mantengan afuera. En Estados Unidos, por ejemplo, los departamentos de español están llenos de chilenos, y tienen un gran prestigio. Los músicos, y la creación literaria, que no fue, sin embargo, la más importante; lo que sí se dio con abundancia fueron las revistas literarias; desgraciadamente la pista se les ha perdido a la mayoría porque nadie se ha preocupado de recoger esas pequeñas historias. En el libro menciono lo que hizo la Biblioteca Nacional en ese sentido y que fue producto de la iniciativa personal de Gonzalo Figueroa, embajador de Chile en la Unesco en el período de Frei. Él se dedicó a juntar material en Francia, libros, revistas, etc., y los mandó a la biblioteca.

- ¿Siente admiración por algún memorialista en particular?

"Siempre me ha gustado la crónica memorialística, y uno de los autores chilenos favoritos míos en ese sentido es Jorge Edwards. Sus crónicas de "La Segunda" me parecen un modelo del género y tras ellas hay un bagaje cultural envidiable. Creo que él es mejor cronista que novelista; también es un estupendo cuentista, a pesar de que ya no escribe cuentos. Pero Persona non grata, no obstante mi absoluto rechazo a una serie de puntos de vista, creo que es un libro bastante "modélico", como dicen los españoles. Y lo mismo Adiós, poeta... con el cual también tengo algunas reservas; pero lo encuentro un estupendo libro de memorias. No así las memorias de Volodia; las encuentro literatosas, con mucho afán de hacer literatura, sacrificando incluso cierto rigor".

- En su libro hay una crítica manifiesta respecto de la dirigencia del Partido Comunista en el exilio y de tendencias como el "obrerismo" de sus militantes. ¿Cuál es su relación actual con el que fue su partido?

"Tengo muchos amigos comunistas, pero no tengo ninguna relación con el PC y no siento ninguna afinidad con él, ni siquiera como votante. Aún así, no soy anticomunista, y yo sostengo que lo que soy, para bien o para mal, se lo debo a mi formación de cuarenta años de militancia comunista, y no voy a escupir sobre eso. En este momento soy un escéptico total de la política".

Memorias de editor

- ¿Ha "puesto el reloj a la hora"?

"Para mí fue muy fuerte el choque la primera vez que volví, el 86; pero me ayudó para aceptar, no la dictadura, sino que el país había cambiado. Recordé el fenómeno de los republicanos españoles que conocí cuando era joven; ellos vivían con la ansiedad de la España perdida, eran muy militantes de su trabajo de propaganda contra el franquismo y escribían en la prensa crónicas regulares sobre su país y pintaban unos cuadros tremendos. Por esos años me tocó a mí ir a España y no encontré lo que describían estos compañeros nuestros. Yo no quise repetir esa experiencia. Entonces cuando volví, primero el 89 y después el 90 pude entender mejor la realidad. Algunos me han acusado de que me acomodé; no es eso, sino que entendí que la realidad era distinta a como yo la había concebido y que mi vida tenía que tener en cuenta esos criterios. Yo sigo siendo una persona intransigentemente de izquierda... lo que pasa es que me quedé sin proyecto. Pero insisto en la necesidad de un mundo mejor".

- Es toda una sorpresa verlo como escritor.

"La verdad es que siempre tuve la picazón de la escritura, pero nunca con la fuerza necesaria como para dedicarme a eso. Incluso escribí alguna vez una novela, la concursé y alcanzó a sacar una mención honrosa; me pareció tan deshonroso que decidí no escribir más. Y en algún instante me interesé por lo que escribían los demás; en definitiva, el descubrimiento de un buen texto ajeno era quizás más gratificante que lo que pudiera hacer yo. Y menos costoso, porque la escritura exige un esfuerzo y un desgaste de energía grande. Hay que tener verdadera vocación, y yo creo que nunca la tuve".

Su vocación, no hay duda, fue la de editor: "Hasta el punto de que mientras trabajaba en la Editorial Universitaria - señala- , mantuve un sello propio, Ediciones del Litoral, donde publicamos con unos amigos una docena de títulos, nada más que por el gusto de hacerlo..." Tiempo después sería el encargado de fundar y dirigir la editorial de la Universidad Técnica del Estado. Ya en el exilio, llevó adelante la misión de dar vida a la revista "Araucaria", con Volodia Teitelboim a la cabeza. "La mía fue sobre todo una labor de editor, y era muy gratificante, más incluso que la edición de un libro, porque eran montones de autores en cada número. Todo eso era apasionante".

Sobre esta experiencia, sumada al trabajo que desempeñó en Editorial Planeta hasta noviembre del año pasado, versará su próximo libro, "Memorias de editor", en el que ya está trabajando.

- Va a haber quienes se asusten con estas memorias.

"No creo, porque el ánimo mío no es arreglar cuentas con nadie. Me interesa porque hay como un tema flotante, el de la relación editores-autores".

- Pero debe haber muchas historias que contar, simpáticas y otras no tanto.

"La menos simpática es la que se está produciendo ahora. Porque en Planeta han empezado a cancelar contratos, arguyendo que corresponden a la época de un editor que ya no está. Se lo cancelaron a Jorge Montealegre, un libro que estaba anunciado, con prólogo de Armando Uribe; una novela de Beatriz García Huidobro, por ejemplo. En todos los casos dicen que cambió el editor y por lo tanto la política editorial, lo que me parece mal. Es la editorial la que firma contratos, incluso si cambian al gerente, una empresa no puede apoyarse en eso para decir que el contrato no es válido".

 

María Teresa Cárdenas - El Mercurio, 12 de julio de 2003

 

 


Penúltimo informe - Informe final - Descarga / libros - Ayuda - Condiciones de uso

http://www.abacq.net/orellana/

www.abacq.net/   -   2011 - 2021