Los informes de Carlos Orellana

Luis Alberto Mansilla - 2008

 

Durante el reciente exilio de más de un millón de chilenos la revista cultural “Araucaria” fue una publicación que cohesionó la diáspora. Le era familiar a la mayoría de los exiliados y circulaba en más de cien países. Su editor fue Carlos Orellana, que se reconoce como un profesional del ramo.

Orellana escribió hace algún tiempo un libro titulado “Penúltimo informe. Memorias de un exilio”, que relata con sabrosos y minuciosos detalles la experiencia de un asilado político que trabajó en una revista que le permitió recoger las inquietudes más esenciales de los perseguidos, que debieron partir de su país el día menos pensado y que iniciaron una nueva vida en naciones lejanas, cuyos idiomas –en muchos casos- ni siquiera conocían. El director y orientador de Araucaria fue el escritor Volodia Teitelboim, pero el coordinador, organizador y trabajador permanente, fue Orellana, cuyo primer libro es tal vez uno de los mejores de cuanto se hayan escrito sobre la inédita historia de la emigración política de los mejores representantes de la izquierda chilena.

En ese primer libro se anunciaba un “Informe Final” que ya está en manos de los lectores y que recién fue presentado en una velada en la que fue comentado por los escritores Darío Oses y José Miguel Varas.

El tema no es el exilio ni sus figuras más conocidas sino, más bien, la autobiografía de Orellana que hace un relato exhaustivo, que no se perdona a sí mismo ni lo bueno ni lo malo. Los lectores son conquistados de inmediato por la prodigiosa amenidad del autor y por la sinceridad a todo lo que cae bajo su mirada o haya sido parte de su existencia.

Orellana nació en Guatemala y emigró a Chile en los años cincuenta. Fue la época del derrocamiento de los gobiernos democráticos de ese país y el regreso a las feroces dictaduras que ya parecían superadas. Ingresó en Santiago al Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile, donde obtuvo el título de profesor de castellano. Sus primeras luchas callejeras las suscitó la solidaridad con Guatemala. Se convirtió entonces en activista y orador. Después no ejerció el oficio de profesor. Fue conquistado por la actividad de editor, que le pareció siempre su mayor vocación. Fue jefe de la “Editorial Universitaria” y siguió en esos afanes durante el gobierno de la Unidad Popular cuando fue editor jefe de la Editorial de la Universidad Técnica del Estado.

Posteriormente, de regreso del exilio, fue editor de “Planeta”, el poderoso consorcio que tiene una sede en Chile. La actividad de Orellana allí constituye un capítulo importante de la cultura chilena post dictadura. Se puede decir que fue el mentor de la llamada nueva narrativa nacional.

Allí Orellana impulsó la publicación de libros de autores como Jaime Collyer, Antonio Skarmeta. Roberto Bolaño, Ana María del Río, Carlos Cerda, Pedro Lemebel, Darío Oses y, en general, de los autores más importantes de las letras chilenas actuales. De muchos de ellos fue amigo y en el libro están retratados como los ve con sus grandezas y pequeñeces personales. El poder de invocación de Orellana, unido a una memoria de elefante, le hacen reconstruir escenarios y personajes con toques a menudo magistrales. En el libro rinde homenaje a dos amigos entrañables: el historiador Fernando Ortiz, asesinado durante el régimen de Pinochet y el crítico Yerko Moretic, brillante intelectual marxista fallecido prematuramente.

La lectura de este “Informe final” de Carlos Orellana permitirá a muchos encontrarse con figuras familiares a sus propias vivencias. Y no cabe duda que el autor es uno de los memorialistas más notables de cuantos existen en ese género en Chile.

 

Luis Alberto Mansilla - Diario Crítico. Venezuela, mayo 2008

 

 


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