Chile: Breve Imaginería política - 1970 - 1973

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Extractos

 

El canalla ha muerto

( 12/2006 ) --- Ahí está su cadáver descomponiéndose, rodeado de curas y milicos, funerales de honor, cureñas, caballos, todos pagamos con el IVA de 19% estas exequias egregias, históricas, con discursos de Hasbún y del cardenal Errázuriz, rodeado su cadáver de sus cómplices y secuaces; ante su cadáver maloliente ninguno de los del patio del Alpatacal se ha acordado de los niños quemados, véanle la cara a Carmen Gloria, vayan al hospital Fricke, recuerden el cuerpo calcinado de Rodrigo botado en los extramuros de la ciudad, Fernández Ditus impune, Fernández Larios tranquilo en su mansión en USA, nadie se ha acordado de los degollados, Manuel, Juan Manuel, Santiago, los jueces negaron esos crímenes, los jueces ordenaron interrogatorios, trámites varios, careos, nunca condenaron, nadie se acuerda de los desaparecidos, no tuvieron funeral, apenas unos rieles encontrados por un juez excepcional, nadie se acuerda del hambre, la miseria y las quiebras de 1982, la peor crisis económica en la historia de este pobre país víctima de la Escuela de Chicago, nadie se acuerda de los PEM y los POJH, andan diciendo allá en el Alpatacal que le hizo tanto bien a nuestra economía, a sus cuentas en el Riggs si, a los pobres de los cerros pobres de Valparaíso que ayer marcharon alegres siquiera por un rato no, nadie se acuerda de la operación Albania, de Orlando Letelier, Bernardo Leighton, Anita Fresno, Carlos Prats, el ultra Melnik no recuerda el informe Church, el senado yanqui contándonos que allá se tomaron las decisiones, que Nixon y Kisinger ordenaron cada paso, nadie se acuerda de los torturados, veintiocho mil en la Valech, tantos y tantos, ahí están los torturadores en la capilla ardiente, mojados con agua bendita, mientras en la Alameda el guanaco de los pacos moja y derriba a los que se atrevieron a alegrarse por un rato, allí entre responsos pidiendo que el alma negra entre a los cielos nadie se acuerda de Lonquén, de los Maureira, de los masacrados escondidos en la mina de cal, de los pacos amnistiados, los jueces por supuesto hicieron lo debido, o quizá lo indebido, la amnistía sigue viva, vigente, los asesinos de Lonquén siguen cobrando sus sueldos y recibiendo sus uniformes y zapatos y armas, con los impuestos que todos pagamos, con los que también se cancelarán cada mes los de los jueces que no se atrevieron, que negaron justicia, que no salvaron a Eugenio y a Mario, que no vieron ni averiguaron acerca del cadáver de Lumi en la embajada, que no pudieron descubrir a los asesinos de Matute, que no han dado justicia a este país.

No son versos
apenas un poco de memoria
no habrá perdón ni olvido.
Juicio a los jueces

Carlos Bau Aedo
Diciembre del 2006

El velorio de Augusto Pinochet

Se informa que Augusto Pinochet, el feroz dictador chileno, está siendo velado en la Escuela Militar de Santiago de Chile. Mi esposa, mi hijo de un año y yo estuvimos detenidos cuatro días en ese recinto desde el cual fui enviado al Campo de Concentración de Tejas Verdes, en el año 1974. La Escuela Militar se había convertido en un recinto de tortura y de muerte. Augusto Pinochet, su jefe máximo, se paseaba por los pasillos del recinto imitando a los jefes nazis que sólo treinta años antes habían asesinado a miles de comunistas, francmasones, homosexuales, y a millones de judíos. Allí también se paseaban otros generales, coroneles y capitanes que compartían los sangrientos puntos de vista de este feroz general.

En uno de los días de nuestra detención se me llevó a una pequeña oficina donde había solamente un escritorio, tres sillas, unos banderines con la bandera chilena y unos guardias que me apuntaban con sus amenazantes metralletas. Entraron dos oficiales. Me informaron que me harían preguntas y que cada vez que yo mintiera un yatagán que habían puesto bajo las uñas de mis dedos se iría levantando hasta arrancármelas una por una. Comenzaron un interrogatorio absurdo. Querían saber cuántas armas habían ingresado los rusos al país. Dónde estaba el senador Carlos Altamirano. En qué lugar se encontraba Miguel Enríquez, y si este apellido se escribía Enríquez o Henríquez. Eran dos jóvenes oficiales (en ese tiempo éramos todos muy jóvenes) que a medida que avanzaban con el interrogatorio se iban aburriendo y comenzaban a hacerse bromas entre ellos aludiendo a muchachas de sus amores y volviendo a mí con mayor torpeza y mayor brusquedad. El cuchillo me lo fueron levantando paulatinamente y cuando aparecieron las primeras gotas de sangre se detuvieron a conversar entre ellos.

En ese tiempo en la Escuela Militar había un constante ajetreo. Se escuchaban voces de mando desde todas partes pero lo que más se escuchaban eran los gritos enormes, profundos, dolorosos, de gente que estaba siendo torturada en otros rincones. El interrogatorio era interrumpido por estos llantos, por estos ruegos de que no me peguen más si yo nada sé, qué quieren que yo les diga.

Cuando mi ignorancia no me permitió decir lo que estos oficiales esperaban que yo dijese, se levantó uno de ellos y regresó a los pocos minutos. Cuchichearon por un momento y cuando el oficial se sentó, escuchamos nítidamente el llanto de un niño, llanto que se filtraba por una de las paredes colindantes a nuestra salita.

El oficial que había salido me dijo:

-¿Reconoces el llanto?

Yo había creído reconocer el llanto de mi hijo de un año que había sido sacado junto a su madre y a mí de la casa del señor Obispo de la Iglesia Luterana, don Helmuth Frenz, y trasladado, junto a nosotros, hasta la Escuela Militar. Pero pensé que me estaba imaginando una situación. Y me asusté porque muchos de mis amigos habían entrado en momentos de trastornos tristes cuando se enfrentaban a las realidades inimaginables de la prisión bajo el régimen de Pinochet. Dije que no. Que no reconocía a nadie.

-¿Qué clase de padre eres?- me dijo el otro oficial. El niño siguió llorando. Ahora tuve la certeza que era realmente mi hijo. Que lo habían llevado a la oficina próxima para presionarme el alma. Una dulce voz de madre desesperada pudo decir dos palabras que yo no pude entender. Era mi esposa. Sin duda que era ella. Los militares, los valientes soldados de la patria, los aguerridos uniformados de la Escuela Militar de Santiago de Chile, utilizaban a una mujer y a un niño para que el padre-esposo, si no sabía, si se hacía el tonto, si pretendía ser más avispado que ellos, al menos inventara una historia para que no quedaran ante sus jefes como unos perfectos idiotas.

-Tienes que decirnos algo- dijo el más joven.

Entonces yo les conté que nos vinimos del sur porque nos habían echado de nuestros trabajos y que la Embajada del Canadá tenía toda nuestra documentación pues viajaríamos muy pronto a aquel país. Se movieron de sus asientos. Se miraron fijos. Incrédulos, me exigieron que les entregara mayores antecedentes y noté que se preocuparon que hubiese extranjeros involucrados en nuestras vidas.

Dos días más tarde mi esposa y mi hijo fueron dejados en libertad y a mí se me envió al Campo de Concentración de Tejas Verdes. Pero durante todas las otras horas que estuvimos en ese lugar fuimos testigos de las torturas de cientos de personas, del llanto de niños, de jóvenes, de mujeres, de adultos, que eran introducidos en celdas, golpeados con laques, lazos, palos, fierros; que eran colgados contra paredes; que eran amarrados fuertemente de manos y de pies con alambres con púas. Fuimos testigos del paseo de los oficiales del ejército de Chile que verdaderamente imitaban a los nazis en cada gesto, en cada paso, en cada palabra, en cada comportamiento. Fuimos testigos de la deformación humana, de la inhumanidad que produce sentirse protegidos por un líder, que era el tal Pinochet, al que creían el imbatible, el todopoderoso, el modelo de militar dispuesto al mandato total, y dispuesto al crimen. Esto es parte de lo que vimos y lo que vivimos la Escuela Militar de Santiago de Chile. Esta institución fue vilipendiada, ultrajada, ofendida, por esas fuerzas militares asombrosamente criminales. Es, pues, el lugar perfecto para velar los restos de Pinochet porque realmente de eso, en los diecisiete años de presunta democracia, nada ha cambiado. Observen cómo se comportan en el velorio y el funeral y verán que se parecen mucho a los de aquel entonces. Nada ha cambiado en ese mundo militar. Nada ha cambiado. Nada.

Juan Carlos García
Diciembre 2006, Canadá

Que nadie olvide. Nunca

( 12/2006 )
Estadio Nacional, Santiago de Chile, septiembre de 1973
Estadio Nacional, Santiago de Chile, septiembre de 1973
Estadio Nacional, septiembre de 1973. Santiago, Chile

Los fascistas de siempre

( 12/2006 ) --- Siempre imaginé que la muerte de Pinochet sería un alivio planetario, y siempre me dije que en esa ocasión tendría yo derecho de hacer una bulliciosa fiesta en mi casa y vestiría una camisa roja, como muchos anónimos ciudadanos efectivamente hicieron en íntima demostración de un bien merecido desprecio.
Cumplí ambas cosas, la bulla y la camisa, pero esos días, que por suerte van quedando atrás, fueron en realidad de una sensación inevitablemente amarga: no sólo parecía triunfar la impunidad lograda gracias a simulaciones, mentiras y todo tipo de artimañas leguleyas, sino que vimos resurgir, casi de la nada, a lo más abyecto de la derecha chilena, fascistas de corazón que creíamos si no enterrados con Hitler, Mussolini y Franco, por lo menos templados con las evidencias de los crímenes y la corrupción de miembros de las Fuerzas Armadas chilenas durante su régimen.

Nada de eso. Yo fui a la marcha ciudadana del pasado domingo desde Plaza Italia a La Moneda, y soy testigo presencial de cómo los disturbios fueron comenzados por nuestra inepta policía. Una policía, al parecer, mucho más dispuesta a corromper el orden público que a mantenerlo.

Vi con verdadero espanto cómo el Subsecretario del Interior y el Intendente de Santiago justificaban la acción criminal de la policía con exactamente los mismos argumentos que ocupaba la dictadura hace 15 años para justificar su brutal represión.

Me quedé mudo con la entusiasta defensa que de Pinochet hizo el Cardenal Arzobispo de Santiago en la misa de la Escuela Militar. Vi con horror a las mujeres pinochetistas, cual bestias frenéticas e histéricas, ejercer toda su violencia sobre transeúntes y bienes privados.

Me quedé atónito con la violencia desatada de hombres y mujeres pinochetistas en contra de periodistas nacionales y extranjeros, de nuevo sin que la policía moviera un solo dedo; atónito por el descrédito automático que eso conlleva, por la estupidez ciega de quienes descargaban así su ira frente al mundo con su mayor enemigo histórico, que es aquél que busca la verdad de los hechos.

Triste, finalmente, porque percibo que al interior de históricas instituciones, y en medio de todos nosotros, sobrevive como gusano inmundo bajo la tierra un fascismo que cree firmemente en la muerte y en la violencia, en la mentira y el atropello, y que desgraciadamente está vivo y coleando.

Sebastián Gray, diciembre 2006

Las exequias del fiambre

( 12/2006 ) --- Y ocurrió sin más ni más, que el hinchado dictador paró las patas y corrieron los generales, escoltas, cadetes y toda la fanfarria milica por el barrio alto dándose ladrillazos en el pecho por la estrepitosa muerte del ogro chileno. Un gran bufido, un flato funerario y por fin dejó este mundo la pesadilla golpista. Era para no creerlo, parecía blindado el viejo arcabuz que no quería someterse al juicio postmortem. Si había escapado a tantas querellas por crímenes y atrocidades como un batracio resbaloso que llegó al fin de su vida sin ser condenado. Y quizás, esa mueca burlona frente a la justicia quedó estampada en la vitrina de su féretro que recibió el escupitajo del joven esperando largas horas y años para darse el gusto de gargajear esa risa macabra. Y en ese salivazo nos sentimos representados tantos y muchos y todos los que brindamos saltando y bailando por una Alameda de fiesta que entre guanacazos y lacrimógenas celebramos a poto suelto el último suspiro de la bestia o el típico dictador de derecha, como bien lo dijo el ministro del Interior. Pero quedó en el aire cierta decepción, un vacío abyecto que dejó la impunidad. Esa gran deuda con la justicia quedará como una mancha siniestra en la historia del Poder Judicial lavándose las manos con las excusas de: no se pudo, faltó tiempo, retrasos y papeleos que tramitaron la condena esperada por años.

Solamente tuvo que restringirse al barrio alto el teatro decadente del custodiado funeral. Y se lo llevaron rapidito, volando sobre Santiago, por el miedo a que el pueblo tomara venganza con los despojos putrefactos. No pudo hacer el camino de nuestros muertos. Ni Alameda, ni avenida La Paz, ni La Pérgola, ni Recoleta, ni la entrada fastuosa al Cementerio General que tuvo la grandiosa Gladys bajo una lluvia de pétalos rojos. Para el tirano sólo hubo un funeral apresurado, un sepelio de emergencia con los miles de pinochetistas cagados de calor esperando ver al fiambre en vitrina. Nunca pensamos que fueran tantos, estaban escondidos en sus cuevas con la crueldad facha tajeada en la boca. La derecha estuvo casi toda al pie del cajón, boqueando secos como lagartos al sol. No sé cuántos responsos, rosarios y misas de curas castrenses, donde no faltó el beato de la tele con su vocecita de veterana amante de los bototos. Unos obreros de la constru le gritaron asesino desde los andamios, y una cuica demonio de Tasmania desató su furia contra los cristales de la inmobiliaria. Esos trabajadores eran el pueblo digno que hasta el final lo reconoció como lo que fue.

La noticia acaparó noticiarios, reportajes, y algunos conocidos periodistas y conductores de los canales hablaban con un nudo en la garganta refiriéndose al muerto como ex Presidente, mi general, cuando el mundo entero exclamaba murió el dictador. Y otra vez vimos en las pantallas chilenas a los lamebotas, ex ministros, ex asesores de la Junta, haciendo gárgaras por justificar el genocidio. Repugnantes personajes que se empeñan en maquillar el horror con el supuesto brillo económico. También la farándula estuvo triste, vistió de luto, develando su descaro pinochetista. Sólo una rubia bipolar desfiló por la Alameda punteada y manoseada por los locos de la pobla brava. Ella se dice ex comunista, pero a nadie le consta. Ojalá no me siga nombrando en su mugre de telefarándula, porque no soy su amigo. No tengo amistad con los que se babosean con el fascismo. Ni olvido, ni perdón, ni reconciliación pascuera. Así de claro. Y la lucha por la justicia sobre el resto de los cómplices sigue más allá de la muerte del saurio. Tras el humo negro y fétido de su cremación quedó un país dividido para siempre. Una zanja de muertos sin cuerpo imposible de clausurar con la venia piadosa del perdón. En las calles de la celebración encontré a tantos amigos que no veía por años, y la emoción nos hizo recordar a otros que ya no están y se fueron sin saber el destino de sus desaparecidos. Pero esa melancolía era lo único que nublaba el dichoso sol donde las banderas rojas animaban el bullicioso carnaval. Familias enteras recorrían la Alameda alfombrada de serpentinas, y hasta los perros vagos meneaban la cola ladrando contentos en la tarde multicolor.

Pedro Lemebel
Santiago, diciembre del 2006

El Perro Muerto del que se fue sin pagar

( 12/2006 ) --- Perro muerto, porque se fue sin pagar… Era mortal y no estábamos reconciliados.

Más de 800 grados celsius para incinerar los restos del dictador. Además, de helicópteros Súper Puma para trasladar su cadáver al cementerio. Aparatos similares a esos otros que entonces, no pudieron ser filmados por las cámaras de ningún canal para saber finalmente: "¿Dónde están?"

Pinochet, el de la Junta, que volvía a la Escuela Militar. Él que transitaba en esas comitivas infinitas y veloces, con los furgones oscuros, tipo Los Magníficos y Mercedes Benz de cortinas celestes. Recordándonos a su paso, todo el poder de su poder.

Y Chile globalizado en las noticias pasó de nuevo el examen sobre la calidad de su democracia. Bien por la firmeza de Michelle Bachelet, pero quedamos para marzo con la suma de signos, gestos y trampas que finalmente configuraron un funeral del Ejército para el pinochetismo enardecido.

El capitán-nieto sedicioso y deliberante. Mientras, a otro nieto, de otro Comandante en Jefe, no le quedaba otro recurso que honrar a su abuelo escupiendo esa urna venerada. Treinta y tres años han transcurrido y ya son los nietos…

Pinochet, el pésimo orador que aleteaba sus brazos para enfatizar sus dichos. El abuelo regordete y socarrón del final de sus horas. El eterno soldado. El mito…hoy es polvo. Mientras, el pinochetismo vive su primavera y busca entre tanto viudo, fin a su orfandad.

Esta vez están todos. Políticos y empresarios. Son los mismos que en elecciones lo ocultaron. Esta vez ya no tienen excusa para poner distancias. Un mínimo de agradecimiento a "la obra". A las herencias tangibles que son las que de verdad importan. Las AFP y las Isapres, la desprotección y el trabajo precarizado. Frente a "la obra", que pueden significar nuestros detenidos desaparecidos. ¿Cuánto vale el progreso?

¿Qué sucederá ahora con la fortuna hecha con coimas y robos?

Pinochet de probo a ladrón. De milico en casa fiscal a rentista con ahorros en dólares. Pinochet y la primera vez que lo vi en 1980. Estaba en la Plaza de Temuco y era vitoreado por trabajadores del Pem y campesinos mapuches con carteles repartidos desde un camión municipal.

Pinochet antes del 23 de agosto del 84, anunciando la "Operación Alfa Carbón" de la CNI. Operativo desde Concepción al sur que tuvo entre sus víctimas a Nelson Herrera, muerto de un balazo en la frente, mientras estaba esposado en una ambulancia. Proceso aún pendiente en la justicia chilena.

Pinochet salvando del atentado y decretando con su vocero Cuadra la venganza. Y luego… esos últimos minutos de mi hermano arrancando de sus captores que lo acribillarían más tarde.

Pinochet después del 90, recordando continuamente todo el poder que mantenía junto a las FFAA y sus socios civiles del empresariado y la política. Los mismos que ahora lo despedirán en pleno, mientras se mordían la lengua de sus dichos de lejanía.

En un país donde el dictador se va a la tumba sin condenas luego de chantajear a la naciente y débil democracia, resulta desmesurado pedir respeto y mesura a los que salen a brindar y festejar por su deceso. No hay comparación entre una señalética destruida y centenares de detenidos-desaparecidos hundidos en el mar con trozos de rieles como anclas. No hay comparación…

Este Ejército que rinde honores sigue dificultando su reinserción democrática. Porque el tiempo de la justicia tuvo a lo menos 16 años, frente a un pinochetismo que aún sigue demostrando el poderío que guarda, y que ha quedado evidenciado en los funerales del dictador.

El arzobispo condena la píldora del día después, mientras reza por Pinochet con desparpajo junto a otros curas que como Hasbún se refieren "al ciudadano del cielo" que despiden. Los márgenes de la decencia y la ética saltan por sus costuras…mientras la mojigatería se pasea coqueta.

Aquí falta un desagravio al pueblo de Chile, a esos miles de caídos. Parece que la Verdad y la Justicia podrían ser un buen regalo para el Bicentenario.

¿Pensaran los asesinos presos en las cómodas cárceles militares, que ahora si podrán ampararse en la verticalidad del mando y sus órdenes? ¿Cómo estarán Contreras, Corvalán y Bauer articulando sus defensas y descargos?

La alegría ante la muerte de Pinochet y "el ya cayó" se parece demasiado a otros triunfos morales como el Combate Naval y el Desastre de Rancagua. O los empates a cero en el extranjero. Es la catarsis ante el fin del mito, pero es a lo Pirro, porque sin Pinochet la Justicia sigue aún más pendiente.

El domingo 10 parece que el dictador apostaba que podía ganar la batalla a su viejo y cansado corazón. Esa mañana imagino su retorno a casa creyendo sumar otra sobrevivencia. Pero, su juego llegaba hasta allí. Esta vez fue sin dilaciones y Rodríguez Grez ya no pudo salvarlo. Y todos los dispositivos y ucis ya no fueron suficientes.

Pero hizo perro muerto, porque se fue sin pagar…

Ignacio Vidaurrázaga
diciembre 2006, Chile
...
Ignacio Vidaurrázaga Manríquez es periodista. Su hermano Gastón fue ejecutado como represalia por el atentado contra Pinochet.

Mi barrio el día en que murió el dictador

( 12/2006 )

El domingo 10 a las 14:20 Rucia, Repostera del Crimen, se enteró de la muerte del dictador. Rucia es amiga y vecina, así que partió corriendo a mi casa a buscar a mi prima Daniela y salieron juntas a la calle cámara en mano a registrar el momento histórico.
Caminaron por las calles aledañas al Museo de Bellas Artes, un barrio donde viven muchos jóvenes y muchos viejos, un barrio bastante taquillero, de moda y que, recientemente, ha sido calificado como Gay Friendly.
Desde Santiago, diciembre del 2006. (video 11:49 min.)

Augusto Pinochet ha muerto

( 12/2006 ) --- La muerte de un personaje como el genocida chileno tiene el poder de revivir y movilizar los recuerdos de toda una época. En este caso los '70, tan de moda en estos días. Algunos como J.P. Feinmann, Mario Wainfeld y yo recordamos las multitudes que salieron (salimos) a la calle en repudio al golpe del 11/09/73, acá en Buenos Aires. Y la inconsciencia de no pensar que a nosotros nos podía pasar algo parecido. Esto es algo que se cantaba en ese momento (con música de Ramón Ortega), ante los rumores luego desmentidos de una fuerte resistencia al golpe:

Yo tengo fe, que Chile va a ganar
Yo tengo fe, que Chile va a ganar
Yo tengo fe, que Chile va a ganar
Le va a romper el c... a la junta militar.


Lo que pasó después, aquí y allá, es bien conocido y no debe ser olvidado. Hace un tiempo encontré esto en la web, es un fragmento de una novela del peruano Oscar Ugarteche, y hoy quiero compartirla acá, en homenaje a todas las víctimas del terror y a las ilusiones masacradas en América Latina.

Babilonia la grande
Fragmento: Milonga de andar lejos

A mediados de 1971, Perico llegó al departamento contento, lleno de vitalidad, diciéndole que se iban a Santiago de Chile a vivir una temporada. Perico iba enviado por el Partido al AST chileno. /Qué lejos está mi tierra/ y sin embargo, qué cerca/ o es que existe un territorio donde la sangre se mezcla/ No somos los extranjeros / los extranjeros son otros/ son ellos los mercaderes/ y los esclavos nosotros/ yo quiero romper mi mapa/ hacer el mapa de todos/ mestizos, negros y blancos/ trazarlo/ codo con codo/... Que una gota/ con ser poco/ con otras se hace aguacero/

El encargo que tenía era fortalecer el sindicato del Partido en la Compañía Chilena de Teléfonos, así como los lazos entre el AST chileno y el PRG para crear una retaguardia política en la eventualidad que se iniciara la guerrilla en el Perú. Fue un esquema similar al que usaron otros grupos años después. Para lograrlo y para ganarse la vida Perico entró a trabajar a Chitelco recién nacionalizada a la ITT. Encontraron una casa pequeña en la población La Bandera y se hicieron muy amigos del cura, un francés muy cultivado. De esos que están con la gente y no contra ella. Clotario Blest, un viejo dirigente de izquierda iba por la población con frecuencia. Era muy amigo, entre otros, del cura. Describir el barrio es difícil. Tenía las calles de tierra, poco y mal alumbrado público y un par de teléfonos. Las casas eran de madera, muy pequeñas, con los techos inclinados hacia un lado, «mediaguas» les llaman. Recordaban las casas obreras alemanas de fin de siglo pasado. /Corazón maldito/ por qué palpita así/ por qué palpita/ Había pocos árboles y mucha tierra apisonada por todas partes. Las casitas tenían macetas en los umbrales de las puertas, con cipreses. La plaza delante de la iglesia era un terral con árboles delgados y recientes, con bancas de cemento que cerraban un diamante relleno de bloquetas de cemento rosado. Algunos geranios crecían distraídos. Era un barrio muy pobre. Quizás el más pobre de Santiago en ese momento. Su alcalde era un miembro del Partido de gobierno. No había un solo regidor que no perteneciera a las filas del gobernante frente de la Unidad Popular. El AST no estaba en la UP. Antes bien estaba enfrentado con los partidos del gobierno aunque les dio una tregua en los primeros años para que pudieran gobernar. Incluso los guardaespaldas de Allende venían del AST.

—Perico, ¿A dónde me has traído? Esta gente cree que está en Europa. No se dan cuenta que somos latinos. Además, esa preocupación por sus leyes, me fastidia. Quieren hacer la revolución por la legal cuando la revolución es contra las leyes, ¿No?

—Es más complicado que eso, pero no te preocupes, amor. Aquí vamos a hacer la revolución y vamos a poder replicarla en el Perú.

—¿Esta es gente revolucionaria? Creo que no te entiendo cuando hablas de revolución, amor. Esta gente no me da la impresión de ser muy revolucionaria. Da la sensación que es muy conservadora, racista y que tiene un trato fatal con las mujeres y con los extranjeros, excepto, claro, si son argentinos, uruguayos o europeos. A esos sí los respetan y los tratan como a la gente. Lo que es a nosotros...

—Eres mala. Estás prejuiciada. Son gente simpática y alegre.

—¡Qué dices, amor! Sí no saben ni bailar.

—Bueno ya, dejémoslo allí y no te compliques con buscar chamba fuera de acá que te vas a terminar peleando con la gente.

En los primeros días de su llegada fueron a inscribirse en el edificio de investigaciones y allí les dieron sus cédulas de identidad anaranjadas números 6718091 de Monchi y 6718092 de Perico. Se tomaron las fotos para la cédula la semana antes que fueran y adiós pueblo de Ayacucho, Perico estaba con barba y con el pelo largo. ¡Y qué culpa tenía Valderrama! Adónde vamos a ir a parar, maldita zamba del amanecer. Lucero solito en el alba. Pobre Monchi, ni siquiera era Valderrama y allí estaba con cédula anaranjada y todo. /Corazón maldito/ por qué palpita así/ por qué palpita/

Ella entró a trabajar al comité vecinal y a la olla común de la población. Era un lugar pequeño con techo de zinc, con unas seis mesas largas donde almorzaban los que se habían quedado sin trabajo o que por dedicarse a la política habían dejado de trabajar. Cantaba feliz, /que culpa tiene el tomate/ de estar prendido en la mata/ si llega un hijo de puta lele/ y lo mete en una lata lele/ y lo manda pa Caraca. El dejo chileno de falsete de gallo, y el comerse las eses, le agarró rápido. Un día poroto con rienda y el otro poroto granados la vida comenzó a pasar al ritmo de Violeta Parra, Víctor Jara, Los Quilapayún, Inti Illimani y los poemas de Neruda. /Me gustas cuando callas/ porque estás como ausente/ Con frecuencia iban a la peña de los Parra en la calle Carmen 7. Allí cantaban habitualmente Rolando Alarcón, Víctor Jara y Patricio Manns, además de Ángel e Isabel, los anfitriones. Chile Ríe y Canta era la otra guarida que la dirigía un gordo que se llamaba René Largo Farías. /Me mandaron una carta/ por el correo temprano/ en esa carta me dicen que cayó preso mi hermano/ la carta dice el motivo/ que ha cometido Roberto/ haber apoyado el paro que ya se había resuelto/ si acaso esto es un motivo/ preso voy también sargento/ siiiiiiiiiiiiiii.

Perico llegaba tarde en la noche de sus reuniones políticas y el grupo se pasaba horas hablando de la revolución que había que hacer en Chile sentados en la única mesa con seis sillas de madera y con una pantalla de mimbre. De todas maneras los militares iban a reaccionar y en algún momento iban a darle un golpe a Allende, un reformista que veía la ley por sobre todo en lugar de entender que las demandas populares pasaban por encima de la ley burguesa, hecha precisamente para favorecer los grandes intereses. /Mira la batea/ cómo se menea/ cómo se menea el agua en la batea/ Otros peruanos entraron en este círculo por referencias de Lima conforme iban llegando a lo largo del tiempo. /La batea se menea/ qué barbaridad/ la batea se menea/ qué preciosidad/ La base del círculo fue conformada por un economista casado con Françoise, una francesa; Juan, sociólogo, hijo de un Coronel del Ejército, y la pareja de Perico y Monchi. Después llegaron los uruguayos y a Juan lo mandaron a dormir donde el vecino que tenía sitio. Ellos fueron los primeros en compartir los dos dormitorios y la cocina-sala, espacios únicos de todas las mediaguas. Además caían por la mediagua peruanos que iban a mirar y vivir la experiencia del socialismo. /Cómo se menea el agua en la batea/ Fue a mediados de 1972 que se organizó el paro de transportistas de Chile que marcó la futura caída del régimen. Había ya escasez de repuestos, el Rinso costaba cada vez más y se encontraba menos, el papel Confort (en chileno, Conforz, sin t y arrastrando la r hacia una zeta) era tan preciado como el papel carbón, el Regal se volvió un jabón de lujo. Hasta encontrar un Hilton con filtro se tornó crecientemente difícil.

Casi de inmediato, luego del paro de transportistas, salieron las señoras elegantes de Providencia a protestar a las calles con sus cacerolas. /le he contestado yo al preguntónico/ cuando la pánzica/ pide comídica/ pone al cristiánico/ fuerte y guerrérico/ por sus poróticos/ y sus cebóllicas/ No hay regimiéntico/ que los deténguica/ si tienen hámbrico/ los populáricos/ La derecha perdió el miedo a la calle. La policía no los reprimía con severidad sino a manera de juego del gato y el ratón. El odio, la ira y la violencia marcó la reacción. El día de la primera marcha de las cacerolas, como se le llamó, las mujeres bajaban por Providencia al lado del río cantando

No hay carne, hueón.
No hay leche, hueón,
No hay huevos, hueón
Qué chucha es lo que pasa, hueón


Monchi pensó que su mamá no usaría ese vocabulario, pero claro —esto es Chile, uón—. Los bolivianos que entonces llegaban a Santiago, tenían terror de un golpe luego de su experiencia con la asonada de Banzer contra Torres, y los muertos y exiliados. Y hasta los uruguayos del PC andaban preocupados. Habían caído de transeúntes, luego de los golpes en Uruguay y en Argentina, a principios de 1973 y se hallaban muy alarmados por el ambiente de golpe que se empezaba a sentir. El grupo comenzó a percibir más fuerte un tufillo fascista que propiciaba la caída del poder del gobierno de Allende. Esto llevó al grupo a fortalecer su posición.

—Monchi, tú qué piensas, esto se acaba o lo salvamos, le dijo la francesa.

—No hay nada que salvar acá. Si el gobierno socialista no ha logrado instaurar el divorcio ni despenalizar la homosexualidad, esto es frágil. No puede ni siquiera hacer lo mas sencillo, menos podrá hacer lo mas difícil.

—Es que hemos ganado la conciencia revolucionaria del pueblo, intervino Perico. Lo otro es adjetivo.

—¿No hay divorcio en este país?, interrogó Françoise.

—También meten a la cárcel a los maricas, añadió Monchi.

—Uy, hay que hacer la revolución dijo ella, inocente. Venía de París de 1968. Añadió, ¿Prohibido prohibir, no es verdad? O que metan todo el país a la cárcel, pues. Tan ella.

Estas mujeres no entienden nada, meditó Perico saliendo de la casa al parque a conversar con el cura y a fumar su pipa. La barba comenzó a encanecer levemente y la pinta de Perico con su bluyín viejo, su chompa azul marino, la camisa a cuadros rojos y blancos y las botas, con los pelos castaños y rizados al hombro, era la de un navegante solitario. Parecía un marinero español, pálido, con la barba negra con canas y su mirada transparente.

Cuando volvió de fumar su pipa se encontró con un feroz debate en la casa donde llegaron otros peruanos y chilenos, pero también estaban los uruguayos, los bolivianos y unos brasileños. La revolución se defiende con las armas, dijeron unos. /Perder la paciencia/ y sólo encontrarla/ en la puntería/ camaradas/ Lo que hay aquí no es revolución, sino un reformismo pequeñoburgués que va a parar en nada, dijeron los uruguayos. Los compañeros chilenos argumentaban que un golpe era impensable porque su país tenía una vieja tradición democrática y que el respeto a las leyes primaba a diferencia del resto de América Latina. Es un país con un enorme respeto por la institucionalidad democrática y nadie la va a quebrar.

—Pero fijate lo que pasó en Uruguay, interpuso el uruguayo exiliado. Allí no había golpes de estado hasta que llegó uno y chau. Y han puesto un civil. Qué tanto. Igual es un gobierno militar y es un golpe de Estado, che.

—Nosotros somos distintos, replicó. Chile es un país con una burguesía respetuosa de sus normas, porque al fin y al cabo han sido hechas por ellos para ellos y no las van a pisotear.

Los chilenos de los otros partidos, es decir que no estaban con el AST, pedían calma porque Chile es una democracia y jamás va a haber un golpe aquí porque las leyes se respetan y no somos como el resto de Latinoamérica, uón, somos educados, no tenemos el problema de la mancha india, uón, y somos más civiles, uón. Es decir, ciudadanos cabales. Y lo peor del caso es que se lo creían los propios tipos que lo decían, sin darse ni cuenta la suma de pavadas que estaban diciendo. /Qué dirá el Santo Padre/ que vive en Roma/ que le están degollando/ a su paloma/ Casi como que Chile estaba en Marte y los poderosos se iban a dejar quitar el poder porque es Chile. Una cojudez total. Pero claro, tan civilizados como los belgas. Hasta Providencia se parece a Bruselas. Pero la providencia no apareció. /Qué dirá el Santo Padre/

/Tanta distancia y camino/ tan diferentes banderas/ y la pobreza es la misma/ los mismos hombres esperan/ qué lejos está mi tierra/ y sin embargo qué cerca/ ¿O es que existe un territorio donde la sangre se mezcla?

Oscar Ugarteche

Jorge Y. de la G. Buenos Aires, Argentina. El Lobo Estepario

Augusto Pinochet ha muerto

12 de diciembre de 2006
Manifestación en el monumento al Presidente Salvador Allende, en la Plaza de la Constitución, en homenaje a las víctimas de la dictadura. Santiago, Chile
El tirano murió, Allende vive
¿Dónde están?
¿Dónde están?
Manifestación. Santiago, Chile. 12/12/2006
Fotos de Cynthia Valenzuela.


Augusto Pinochet ha muerto

( 12/2006 )

Desde Concepción, Chile. Domingo 10 de diciembre del 2006. (video 6:20 min.)

Augusto Pinochet ha muerto

( 12/2006 )
Rancagüinos hablan de la muerte de Pinochet

Por el taller audiovisual del colegio Moises Mussa, Rancagua.
Colectivo Prende. (video 8:06 min.)

Augusto Pinochet ha muerto

( 12/2006 )
Murió sin ser juzgado por la humanidad

Fe de Ratas, España (video 3:19 min.)

Augusto Pinochet ha muerto

( 12/2006 ) --- Me adelanté en cuatro días a tu muerte.
Sólo me la imaginé, y ahora que estás muerto y espero bien muerto una mezcla de tristeza y alegría me hincha el pecho. Pero que hermoso ejemplo serás para la jauría de cachorros caníbales que se pasean campantes por entre todas las instituciones del país.

A las 14:15 dejaste de contaminar la faz de la tierra. Como a eso de las dos de la tarde en el Hospital Militar. Domicilio conocido, lugar destacado. Ahí mismo torturaban a seres humanos por horas con asistencia de los doctores militares bajo tus órdenes.

En tu prontuario biográfico aparecerá que falleciste en un lugar conocido y reconocido.

¿Y los Detenidos Desaparecidos?

¿Y todos aquellos seres Humanos que aún, después de más de 30 años, aún no sabemos dónde están, dónde fueron enterrados, dónde fueron asesinados?

Perro mal parido, entre llanto, lágrimas, y risas de impotencia celebro tu muerte.Porque tu partida no es más que nuestra derrota.

Libre, Libre, Libre.
Atestado, abarrotado, colmado de acusaciones, imputaciones, cargos y descargos.
Y sin embargo… Estuviste allí, rodeado de esa horda de zánganos familiares, uncido de alguna bula religiosa comprada con dinero robado, para mandarte con pasaporte de inocente querubín. Falleciste en medio de los mejores cuidados.

VERGÜENZA MUNDIAL. PINOCHET MURIÓ LIBRE.

Escucho fuegos artificiales adelantados, se divisan bastantes bengalas, estrellas luminosas que surcan el cielo lanzadas por manos que celebran.
De la calle llegan insistentes bocinazos que recuerdan el mítico, "Y va a caer"… La cumbia, la Cueca y la salsa emergen de entre las casas. Como en año nuevo, la gente se abraza, hombres y mujeres lloran y ríen. De dulce, pero de más agraz se muere un carnicero militar. Pocas veces es Diez de diciembre, Fiesta Popular, celebración nacional.

El tambor anclado en su pecho, ese que tañía el son de la muerte, ese que era diana militar de aviso de fusilamientos y torturas ha cesado de cantar la canción de la muerte.

Desde el fondo del mar se levantan cientos de seres humanos devorados por la brutalidad. Desde el fondo del océano, de los ríos, de los lagos caminan por las avenidas del dolor cientos de hombres con un destino certero, largas filas caminan a paso lento al encuentro de Pinochet. Desde el fondo del mar emergen los detenidos desaparecidos. Tiemblan las raíces de árboles jóvenes que han sido la tumba de hombres y mujeres muertos. Por entre las piedras, la tierra, las raíces se levantan miles de manos elevándose hacia aquellos caminos olvidados. Uno a uno, caminan a paso lento hacia un domicilio conocido. Miles de muertos cruzan las calles de Chile, miles de muertos van tiñendo de huesos el desierto, miles de muertos van respirando envueltos en el viento. Tiemblan los Andes, tiemblan los bosques y las selvas. Los perros lloran, los pájaros callan expectantes.

Y es que este Horroroso Hematoma de la Historia tendrá su propio horrible infierno. Y es que las nubes rojas entintadas de riñón reventado vuelan hacia una sola dirección.

En esta hora en que las lágrimas van orillando las poblaciones pobres, en este minuto inmenso en su esencia de muertes innecesarias, todo un pueblo llora viendo tu partida.

Y es que tu muerte no representa sino otro tipo de muerte, porque hasta tu muerte nos taladra las entrañas. ¿Cuánto de nosotros mismos te llevas a la tumba? ¿Cuánto de aquello que fue nuestro llevas envuelto entre tus colmillos? ¿Cuánta piel de torturado te llevas bajo las uñas? ¿Cuántas veces tendrías que morir, cuántas veces tendríamos que matarte para que nos alivies la carga de dolor atada y tatuada a nuestras espaldas?

Un mitin de fantasmas, un escarzo de aparecidos en esta hora recorre todas las calles de Chile Tu muerte será fiesta nacional, pero no habrá música que nos haga cantar a coro con nuestros seres queridos. El puñal de tus dedos fue lacerando seres indefensos, desarmados, ingenuos de bestias gubernamentales.

En esta hora en que aquellos que tu bota militar hundió en el páramo de la incertidumbre, en el pantano de la duda y los miedos. Algo de mi también se va contigo, algo de todos nosotros se va contigo. Y es que ni siquiera fuimos capaces de encerrarte y no en la cárcel, sino que en un manicomio donde hubieses sido el favorito de cientos de doctores.

Y es que aún, esta aldea llamada Chile descansa sobre las fundaciones de huesos de desaparecidos. Y es que aún esa columna vertebral doblada, arqueada y azotada llamada Chile, vive bajo tus enseñanzas, hombres, discípulos, alumnos y seguidores.

Y es que tu muerte es y será ejemplo para el verdugo encapsulado que se anida en los alrededores. Después de tanto daño, de tanta muerte, de tanto saqueo, de tanto salvajismo, de tantas torturas, de tantas torturas, de tantas violaciones… Morirá ungido por la Iglesia, esmerado por un Hospital Militar subvencionado con el hambre de todo un pueblo, acompañado de la otra parte de la jauría y tiernamente recordado por los medios de comunicación.

¿A cuántos de aquellos que hiciste rico, te dirán adiós enternecidos desde sus casas para no levantar sospechas?
¿A cuántos seres humanos asesinaste?
¿Cuántos seres humanos se suicidaron sin esperanzas de nada bajo tu reinado?
¿Cuántas tazas de té a modo de almuerzo tuvimos que bebernos?
¿Cuántos kilómetros caminamos sin ni siquiera dinero para el micro?
¿Cuántas peleas, cuántas riñas, separaciones, divorcios, asesinatos y robos?
¿Cuántos inviernos con los mismos zapatos, con la misma chaqueta?
¿Cuántas humillaciones pasamos? ¿Cuántas frustraciones?
¿Cuántos fracasados, cuántos humillados caminan muertos de cuerpo por las calles de Chile?

Van las lágrimas arando el surco fraguado de años sobre el rostro de millones aquí en Chile. Y es que las lágrimas son más fuertes que la trinchera petrificada del aguante. Y es que tu cabeza tenía que haber colgado una semana por lo menos en la plaza de armas de Santiago. Y allí los niños harían rondas, allí las mujeres te escupirían la frente. Y allí los hombres se sentarían a llorar. Allí donde ni siquiera las moscas te hubiesen querido, donde el árbol que sostendría tu testa se secaría de oprobio y de rabia. Allí donde las palomas te hubiesen arrancado los ojos.

Pero ya es tarde, te irás cómodamente acostado en un cortejo de sables, billeteras, sangre, billeteras y celulares. A pesar que el martillo de juez azotó su cabeza incontables veces con la palabra, culpable. A pesar de sus muertes, a pesar de sus robos, a pesar de sus desfalcos.

Vergüenza Mundial. Pinochet ha Muerto Libre e inmaculado Vergüenza Internacional.

Un murmullo recorre los labios australes de este Chile pisoteado… Esta vez, si otra vez pasa lo que tu nos hiciste pasar no habrá primera sin segunda, ni sin tercera. Hazle saber a tus discípulos que está vez no habrá día en que la sangre no los llame a sus puertas.

Mientras tanto, sabemos que algunos no ven a Chile más que como a un simple colgador de armario fracasado y que sobre esa percha han colgado una chaqueta civil por sobre el otro abrigo militar ensangrentado.

Algo de nosotros también se va contigo. Y es que en esta hora amarga en que el silencio de tu partida va trizando los semblantes. Una astilla de tus huesos de cuchillo va punzando el lado de izquierdo de los corazones.

Qué insignificantes se vuelven las palabras en este momento de amargura. Qué insignificantes se vuelven las palabras ante tanta muerte.

Andrés Bianque
Diciembre del 2006


Augusto Pinochet ha muerto

( 12/2006 )

Desde Santiago, Chile. Domingo 10 de diciembre del 2006. (video)

Augusto Pinochet ha muerto

( 12/2006 )

Zoni2, desde Santiago, Chile. Domingo 10 de diciembre del 2006. (video 5:32 min.)

Augusto Pinochet ha muerto

Cenzi - Celebración :

Cenzi - Celebración


Desde la radio La Legua, al sur de Santiago.
10 de diciembre del 2006

Augusto Pinochet ha muerto

Apenas se supo la noticia salimos a la calle ...

Se acaba de morir Pinocho, ahora son las 4h20 de la tarde, murió a las 2h15 y ahora nos dirigimos a la plaza Italia ...
Mabel, desde Santiago, Chile. Domingo 10 de diciembre del 2006. (video 1:44 min.)

Augusto Pinochet ha muerto

Augusto Pinochet ha muerto este domingo 10 de diciembre del 2006.
Sin haber nunca respondido por los crímenes cometidos durante 17 años de dictadura (1973 - 1990) : más de 3.000 asesinatos políticos, más de mil desapariciones y miles de personas detenidas, torturadas, forzadas al exilio. Jamás enfrentado a la Justicia, pues su salud, estimada frágil, fue considerada un elemento suficiente para evitarle todo proceso judicial.

Numerosas manifestaciones se producen en estos momentos en el país.
No a la Impunidad. Santiago, Chile. 10/12/2006
La Muerte le ganó a la Justicia. Santiago, Chile. 10/12/2006
Pinochet ha muerto. Santiago, Chile. 10/12/2006
Pinochet ha muerto: un perro menos. Santiago, Chile. 10/12/2006
Desaparecidos. Santiago, Chile. 10/12/2006
Pinochet: condena póstuma. Santiago, Chile. 10/12/2006
Los desaparecidos. Santiago, Chile. 10/12/2006
Plaza Italia, Santiago, Chile. 10/12/2006
Ni un paso atrás, Juicio y castigo. Santiago, Chile. 10/12/2006
Plaza Italia, Santiago, Chile. 10/12/2006
Desde Santiago, Chile. Plaza Italia, 10 de diciembre del 2006
Fotografías de Isabel Orellana, Sebastián Teillier, Cynthia Valenzuela.

¿Quién manda al Ejército chileno?

( 12/2006 ) -- El gobierno nos ha dicho que es de "mal gusto" hablar del funeral de Augusto Pinochet mientras esté vivo. Pero me temo que, cuando muera, será tarde. Y haremos –como país- algo que no podremos explicar ante la historia. Y cuando digo historia, hablo de nuestros hijos y nietos y todos los que vengan por delante.

Ya parece claro que si el deceso ocurre durante el gobierno de Bachelet, no habrá "funeral de estado" encabezado por nuestra Presidenta. Pero todo indica que el Ejército le rendirá "honores militares" a quien fuera su comandante en jefe por veinticinco años. Así lo informó la ministra de Defensa, ratificando lo antes dicho por el actual jefe del Ejército.

Primera pregunta: ¿Es el Ejército un organismo privado que puede decidir por su cuenta y riesgo lo que le venga en gana? La respuesta: no, se trata de un organismo estatal y, por ende, pertenece a todos los chilenos. Es uno de los cuatro organismos de la defensa nacional, cuyos salarios, armas, pertrechos y costoso entrenamiento son pagados con los impuestos de todos los chilenos. A ellos les damos –por ley- el "monopolio en el uso de las armas" justamente porque nos pertenecen a todos.

Segunda pregunta: ¿Quién manda al Ejército? Como ocurre en toda democracia, el poder militar está bajo el mando del poder civil. Hasta hace muy poco no era así, ya que la negociación que dio paso a la transición dejó "enclaves autoritarios" que impedían al Presidente de la República cambiar a los jefes del ejército, la armada, la aviación y la policía en caso de ser necesario. Además, les confería un rol clave en el Consejo de Seguridad Nacional que coartaba al Jefe de Estado. El cambio se logró durante la administración del Presidente Lagos.

Tercera pregunta: Si el ejército es obediente al poder civil, expresión de la soberanía popular, ¿quién realmente rendiría honores a Pinochet al momento de su funeral? Respuesta: todos los chilenos.

Cuarta pregunta: ¿Amerita el general Pinochet recibir honores militares? Respuesta: no, porque él mismo es el mejor ejemplo de quien transgrede gravemente el honor militar.

Vamos por puntos.

Rendir honores al general Pinochet es homenajear a quien indultó a los asesinos del comandante en jefe, general René Schneider.

Rendir honores a Pinochet es olvidar que su policía secreta asesinó, en Buenos Aires, al ex comandante en jefe Carlos Prats, su antecesor en el cargo. Y con él a su esposa.

Eso para empezar a hablar.

Sigamos con lo que dijo el general Joaquín Lagos Osorio durante la dictadura, evocando las masacres ocurridas en 1973, mientras era comandante en jefe de la primera división del Ejército: "Fue y es un dolor tan enorme, un dolor indescriptible. Ver frustrado lo que se ha venerado por toda una vida: el concepto de mando, el cumplimiento del deber, el respeto a los subalternos y el respeto a los ciudadanos que nos entregan las armas para defenderlos y no para matarlos" (1).

El general Pinochet violó todas las leyes nacionales e internacionales, incluyendo la Convención de Ginebra, para perseguir a los disidentes a su dictadura. Ordenó asesinatos, desaparición de prisioneros, torturas. Todo ello está debidamente acreditado en los informes oficiales de las comisiones Rettig y Valech. Con aprobación del Congreso y con cargo a fondos del Estado, se han pagado y se pagan indemnizaciones a las víctimas y sus familias.

Quinta pregunta: Si el Estado ha reconocido las graves y sistemáticas violaciones a los derechos humanos ocurridas durante la dictadura de Pinochet, ¿cómo es que el Estado va a rendir homenaje, a través del Ejército, a quien fue el jefe máximo de los agentes del Estado que cometieron tales crímenes? Respuesta: no puede hacerlo.

No vamos a agregar el fraude al Fisco que investiga la justicia tras descubrirse la red de cuentas secretas y millonarias del general Pinochet. Alguien podría decir que mientras no haya sentencia hay que darle el beneficio de la duda o la presunción de inocencia.

Pero tenemos que anotar, finalmente, que rendir honores militares al general Pinochet constituye un acto deleznable en el marco de lo que la propia justicia ya ha establecido. Y constituye un acto que atenta gravemente contra la misma democracia que nuestros legítimos representantes –en La Moneda y el Congreso- han jurado defender.

Última pregunta: ¿Qué cree usted que van a pensar los jóvenes cadetes de la Escuela Militar si participan en honores militares para el general Pinochet? Respuesta: que todo lo que hizo quien está en el féretro estuvo bien hecho. Y mañana, siendo generales, pueden repetir esas acciones.

Si todos los políticos –desde el oficialismo y la oposición- nos repiten "nunca más", si hasta el ex comandante en jefe Emilio Cheyre pronunció ese "nunca más" con solemnidad, ¿en qué quedamos? Muchos ciudadanos creemos que esto pone en jaque nuestra futura "seguridad" como nación y tenemos derecho a sentirnos desconcertados.

(1) Los Zarpazos del Puma

Patricia Verdugo

Movimiento Generación 80

¡No te mueras nunca!

( 12/2006 ) -- Mi vecina, antigua actriz, tributaria todavía de recursos histriónicos y una gran voz, se asoma a la puerta de su casa y da la clarinada noticiosa: ¡Murió Pinochet! ¡Por fin! ¡Se fue a la cresta el desgraciado! Y se desgañita sin dar muestras de que se agote su entusiasmo.

Conmoción en el condominio, que luego se extiende al barrio, a la ciudad, al país. El íntimo deseo de millones se ha cumplido. Las radios y los canales de televisión interrumpen sus programas habituales para propalar la noticia. Los diarios sacan a la calle ediciones especiales. Los políticos, los empresarios, los obispos persiguen a los medios para que el país conozca sus importantes opiniones. El ejército se moviliza como si se tratara de preparativos de guerra. El general Izurieta da su opinión. La familia Pinochet y Pablo Rodríguez Grez dan su opinión. Los ojos y oídos de la nación se concentran en la Fundación Pinochet , atentas a lo que ésta diga o haga. En La Moneda no saben cómo actuar y el comité político tras largas deliberaciones deciden que lo mejor es no decir nada. El prestigio del General, junto con el deterioro de su salud y la puesta en evidencia de sus crímenes, trapacerías y latrocinios, hace rato que se desplomó, y sin embargo, apenas la noticia de su muerte empieza a circular, medio millón de personas se prepara para asistir a sus funerales, que serán, que nadie lo dude, los más espectaculares de nuestra Historia. Así somos los chilenos. Ambiguos siempre, pero a la hora de nuestra hora, capaces de apretar filas, llevar nuestra mano derecha al corazón, y enjugar una lágrima final por el finado, diciendo unos –por boca de algún ministro o más bien del Cardenal—que no seremos nosotros quienes juzguemos, será Dios o la Historia quienes lo hagan, pero que , después de todo, el caballero, examinado en su contexto, tan mala persona no era; y vociferando otros, con el persuasivo vozarrón de Patricia Maldonado, que Pinochet era lo máximo, era El Rey.

Me siento aturdido, desconcertado, contrito ante tanta confusión. No sé cómo reaccionar, pero por fortuna, en el momento en que las floristas de la Pérgola de La Vega cumplen el ritual de cubrir con una lluvia de pétalos el multitudinario cortejo, y la angustia y la rabia comienzan a hacérseme insoportables, oigo otra vez la voz de mi vecina. Está llamando al mayordomo del condominio por alguna razón doméstica. Me doy una vuelta brusca en la cama y despierto.

Todo ha sido un mal sueño. Pinochet sigue vivo y lo celebro. Puede que el 86 haya lamentado el fallido desenlace del atentado del Cajón del Maipo. Cambié pronto de idea. Si a Jaime Guzmán, el torpe asesinato cometido por quienes confundieron los ideales revolucionarios con sus calenturas personales, hizo de él y para siempre un egregio prócer republicano cuyo nombre me asalta todos los días mientras vuelvo a casa por la avenida que perpetúa su recuerdo, no es difícil imaginar lo que habría ocurrido con Pinochet si hubiera muerto entonces o después, mientras su demencia subcortical no se manifestaba todavía y el general se paseaba airoso, sonriente y lozano, dueño de sí mismo, aplicando sus talentos y astucia en la búsqueda de los escondrijos bancarios donde poder ocultar los muchos dólares mal habidos.

Qué bueno que el General no se murió prematuramente. Qué bueno que siga vivo todavía. Y, ¡por favor! que no se nos muera mientras no toque fondo en la letrina de sus propias heces en que se está hundiendo. Queremos verlo cada vez más viejo, que enfrente a sus interlocutores con la mirada perdida, implorando algo, nunca el perdón, talvez sólo el dinero necesario para poder comprarle el último modelo de cartera Vuitton a la Lucia en su próximo cumpleaños. Queremos ser testigos de cómo se va achicando, no sólo moralmente, sino físicamente. Imaginarlo, en una escena que algún imitador de García Márquez no desdeñaría, convertido conforme a la imaginería de viejas filosofías, en un bebé de cien años, mientras sus incondicionales Hermógenes, Cortés Villa, Garín o Labbé se disputan fieramente el honor de acunarlo en sus brazos, susurrarle al oído tiernas canciones de cuna y depositarlo en su camita de anciano-niño, velando por el sueño finalmente apacible de quien yace en vida como si ya estuviera muerto, olvidado él del mundo y habiéndolo éste, a su vez, relegado al piadoso pero inexorable olvido sin perdón.

¡No te mueras nunca!

Carlos Orellana. Santiago, Chile.

... Escrito en otra de las ya numerosas ocasiones en que Pinochet llega al hospital militar justo en vísperas de un proceso judicial ( ... )